El chiripá es una
prenda
de las gauchas
tradiciones
que vistieron los varones
de hace un siglo más
allá;
símbolo de valentía
de la que cuenta la
historia,
gestos, de fama y de
gloria
del hombre del
chiripá.
Prenda que se usó en
la época
de la bravura pampina
que la soledad
argentina
exigía ser varón;
y jugar cara la vida
con temeraria guapeza,
frente a la fiera
destreza
de la bola del malón.
El gaucho en aquellos
tiempos
cruzaba la lejanía,
sin tener más garantía
que el valor
individual;
su heroica esfingie
vestía
el chiripá soberano,
como la insignia del
llano
del Don Quijote rural.
En los gestos más
salientes
de la historia de mi
raza,
surgió bravo y sin
coraza
el hombre del chiripá;
en los campos de
batalla
al pie de nuestra
bandera,
donde la gloria
surgiera
su gaucho atavío está.
Paño que vistió el
patriota
del ejército argentino,
el indio y el
campesino,
el tropero y el alsao;
manto macho que es la
insignia
de varones como roble,
signo de una raza
noble
de un histórico pasao.
El chiripa, paño macho
no es prenda del
hombre flojo,
la usa el que es
hombre de arrojo
porque es prenda de
varón;
la usaron hombres de
agallas
que enfrentaron el
acero,
sin más coraza que el
cuero,
en los duelos a facón.
El hombre de ese
atavío
se defendió de las
fieras,
de las crudas
montoneras
y del malón ancestral;
de chiripá honró la
patria
de chiripá la hizo
bella,
y fue el propulsor en
ella
de su riqueza rural.
Hay hombres de alto
abolengo
en piedra y bronce
esculpidos,
monumentos erigidos,
apellidos ilustraos;
que usaron bota de
potro,
poncho de vicuña fino,
el chiripa de merino
y calzoncillos cribao.
El chiripá es una
enseña
cita de una era
argentina,
semblanza gaucha
genuina
que exige recordación;
es un pedazo de pampa,
es un retazo de
historia,
que convida a la
memoria
a vivir su tradición.
De chiripá domó un
potro,
de chiripá arrió una
hacienda
y de chiripa a su
prenda
en la reja le cantó;
de chiripá la alzó en
ancas,
de chiripá formó el
nido,
y a su hijo recién
nacido
de chiripá lo
envolvió.
El chiripá rememora
como recuerda un
chingolo,
como el ombú viejo y
solo
que cuenta rtres siglos
ya;
donde al son de las
guitarras
en una zamba genuina,
bailó la dama
argentina
y el señor del
chiripá.
El chiripá me parece
aunque a ustedes les
asombre,
que al hombre, lo hace
más hombre
que sus gestos son de
alsaos;
que de nuevo la
partida
persigue su gaucha
estampa,
mientras él cruza la
pampa
hachando los
alambraos.
Versos de Martín
Castro
No hay comentarios:
Publicar un comentario