sábado, 30 de diciembre de 2017

EL BAYO DE MI PADRE

Con nostalgia y con ternura
regresé a mi San Gregorio,
donde todo fue jolgorio,
inocencia y travesura.
Allí quedó la edad pura,
el rastro del primer vuelo
y hoy cumplo con el anhelo
que hacía tiempo vivía en mí,
de enseñarle a mi gurí
el caballo del abuelo.

Mi padre compró este “bayo”
poco antes que yo naciera
y con su ciencia campera
se ganó el pan de a caballo.
Hoy en su presencia hallo
del dueño la calidez
y aunque lo arrió la vejez
ningún invierno lo mueve,
yo cumplí los veintinueve
y él pasó los treinta y tres.

Si habrá paseado los sueños
de un hombre que en su pobreza,
nunca tuvo más riqueza
que ser padre y ser su dueño,
en responder ponía empeño
y siempre dispuesto estaba,
si de enlazar se trataba,
para apartar o cinchar,
mi padre sin titubear
en un ¡vamos! lo encontraba.

Él fue de su dueño honor
cuando pa’l poblao airoso
supo lucir orgulloso
su recadito cantor.
Y sabe Dios qué dolor
sintió mi padre al saber,
que jubilado iba a ser
y que llegando ese día,
hasta la ciudad se iría
para nunca más volver.

Y a una amiga de la infancia
le dijo: “-Te dejo el bayo,
quiera Dios que mi caballo
quede por siempre en tu estancia”.
La muerte con su arrogancia
iba su vida apagando,
mi padre, como explicando
el por qué de su partida,
con el peso de la vida
le quitó el freno llorando.

Y allí se quedó tristón
en un rincón orejeando
y como siempre acatando
lo que decía su patrón.
Hoy le traje a mi pichón
pa’ que ande a su tranco lerdo
y al enfrenarlo me pierdo
en cosas simples, sencillas,
y se mojan mis mejillas
con el agua del recuerdo.

De cola y de crin entera
hoy solo sirve de apoyo
si algún pajarito criollo
se le sienta en su cadera.
Se me hace que está en la espera
de la muerte negra y cruel,
y va a cabrestearle fiel
pues será como un silbido
de aquel dueño que se ha ido
y que lo quiere con él.
                                       (11/1999)

Versos de Liliana Salvat

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