Sigue siendo irreal. Un
espejismo
que atravesó los mares
y la historia.
Un perenne artificio. La
ilusoria
visión de un General.
El egoísmo
o la compleja vanidad
de un hombre
que concibió el
esplendido escenario
para su eternidad, y el
temerario
puñal de la traición
sobre su nombre.
Nada es real. Ni el
lago ni la alfombra
de rosas que a
Sarmiento recibiera,
ni la sala de espejos,
ni la sombra
de un fugaz centinela
de ceniza.
Solo una cosa, acaso, es
verdadera.
Una mancha de sangre:
la de Urquiza.
Versos de Juan
Manuel Alfaro
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