Al
que le tocó rodar
por
esas sendas tortuosas
en
el alma guarda cosas
difíciles
de olvidar.
Yo
que salí a caminar
siendo
solo un principiante,
con
un mundo por delante
adonde
abundan las penas
pero
encontré algunas buenas
y
es justo que a ellas les cante.
Una
vez, que llegué a un pago
cansado,
triste y afónico
como
si buscara un tónico
para
curar tanto estrago.
La
suerte me dio un halago
que
alivió mi padecer.
Cual
rocío de amanecer
que
a la planta le da vida,
supieron
curar mi herida
los
besos de una mujer.
Desde
entonces mi vihuela
tiene
una nota armoniosa
por
la madre, por la esposa,
por
la novia, por la abuela.
Y
contemplando la estela
de
mis recuerdos de ayer
hoy
vuelven a florecer
trovas
que del alma salen,
para
decir cuanto valen
los
besos de una mujer.
Versos
de Roberto
Ayrala
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