martes, 4 de marzo de 2014

CHINITAS

En las puertas de los ranchos,
en el patio familiar,
las chinitas de los campos
ponen la nota jovial.

Sus vestidos color cielo,
su donaire, su reír
y su frescura de huerto
son encantos del vivir.

En las tardes grises, frías,
acompañan su matear
con grasosas sopaipillas,
arrimadas al hogar.

Concentradas, reflexivas,
tienen todas su querer;
hacia el cielo siempre miran
fortaleciendo su fe.

Sus enormes ojos negros
nos alumbran al pasar;
sus cabellos son chapecas,
son adornos sin igual.

Cuando suena en la guitarra
el estilo, el yaraví,
se hace triste su mirada
en un íntimo sentir.

Por las zambas y las cuecas,
por el gato y pericón
se apasiona su alma ingenua
toda dulzura, rubor.

Humildes y pudorosas,
no conocen la ciudad.
Igual son todas sus horas
en el rancho y el lugar.

Los afeites no conocen
sus caras que besó el sol,
cantadas por payadores
pretensiosos de su amor.

Canto las dulces chinitas,
endulzaron mi orfandad,
tiernas, humildes, sencillas
cual flores que el valle da.


Versos de Armando Herrera

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