Cuando
despunta la aurora
con
sus purpúreos reflejos,
se
ve del campo a los lejos
la
majada que allí mora;
una
criolla encantadora
a
la puerta del ranchito,
mirando
de hito en hito
medio
perezosa asoma,
lo
mismo que la paloma
cuando
abandona el nidito.
Y
mientras tanto el fogón
a
una pava da cabida
para
ver de pronto hervida
el
agua del cimarrón.
Ya
lista, con atención,
esa
criollita ladina,
saliendo
de la cocina
un
mate brinda a su amao
mientras
él pone el recao
al
pingo que le fascina.
Antes
de irse, con pasión,
el
paisano mira el rancho
dejando
colgao un gancho
y
ensartao el corazón.
Y
dándole un apretón
de
mano a su embeleso,
con
mirar algo travieso,
mas
con nobleza argentina,
le
dice: “-Me ausento,china,
hasta luego! ¡Dame un beso!”
Versos
de Mario
Reguero
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