Esos
potros crinados, vigorosos
como
los vientos cardinales sueltos,
entre
los pajonales ya revueltos,
con
orejas y hocicos aceitosos,
con
los cueros salvajes, luminosos
los
cascos retumbantes -los esbeltos
dioses
de la llanura, no resueltos
a
la doma final, a los odiosos
alambrados
del hombre-, desvanecen
sus
estampas sombrías, los destellos
de
la luna fragante, se escarnecen
con
rituales extraños y nocturnos
los
puros del paisaje: solo ellos
y
yo, los desbocados taciturnos.
Versos
de Luis
Ricardo Furlan
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