El
relincho anunció la llamarada
y
la locura revoleó sus crines.
Indios
de fuego, rojos danzarines
maloqueando
la seca empalizada.
Pasa
sobre el dolor la caballada,
sobre
el grito, la angustia, los clarines.
La
noche se alumbró hasta los confines
con
la furia en los potros incendiada.
Cuando
buscó la luna en las arenas
el
mangrullo, el corral y los tres ranchos
solo
halló el horizonte embravecido,
después
el humo que se eleva apenas,
el
salitral, el viento, los caranchos,
la
ceniza impalpable del olvido.
Versos
de Osvaldo
Guglielmino
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