lunes, 23 de abril de 2018

DOS CONCENCIAS

Cayó a los toldos ranqueles
juyendo desesperao…
porque estaba sentenciao
por la ley y sus papeles;
no era pa’ cargar laureles
los senderos de su vida!
Y no viendo otra salida
echó su ser a la suerte
y le hizo frente a la muerte
como en la última partida.

Y al tiempo dentró en la senda
que nadie puede eludir,
porque pa’ sobrevivir
allí era el fin, la contienda;
inútil que se pretenda
salir de la correntada,
que la más cruda guapiada
también tiene su palenque…
Pa’l chúcaro está el rebenque
le guste o no la patriada.

Ansí el fiero remolino
de ese mundo lo tragó
y de a poco se encontró
con otro raro destino…
Luego gastando el camino
de la existencia cochina
risultó que de una china
juertemente se prendó
y perdido se encontró
con su belleza divina.

No midió que la cautiva
era de un joven guerrero
valiente, callao, entero
y firme presencia altiva;
que una ternura intuitiva
e inconsciente los unía
hacía mucho, y desde el día
que llegara en un malón…
cuando el rudo corazón
gustó algo que no sabía.

Y al vislumbrar la intención
de aquel blanco con su prienda
sintió el tirón en la rienda
de su callada pasión;
pues no faltó la ocasión,
aunque ello lo rechazara,
de que el matrero copara
parada tan espinosa…
que ni soñó peligrosa,
o juera a salirle cara…

Ansí preparó el paisano
el juir de la toldería
porque tal vez presentía
algún peligro cercano;
mas le ganaron de mano
porque el ranquel prevenido
se cruzó como al descuido
pa’ decir con la presencia
que hacía falta su licencia
pa’ dar el caso cumplido.

Ni una palabra se oyó…
tan solo ‘el ser’ lastimao
bolas y lanza a un costao
muy fríamente dejó,
un facón desenvainó
que asujetaba su faja;
y jugada la baraja
muestra su pecho latiendo,
como, sin decir, diciendo:
“¡Aquí me ves sin ventaja!”.

Y se cruzaron los fierros
con furiosas embestidas,
disputándose las vidas
como dos rabiosos perros;
cantaban como cencerros
en el aire los aceros
pues sin mezquinar los cueros
se buscaban las achuras…
¿De comparar las bravuras?
¡Ni lo sueñen, aparceros!

Pero una sola salida
le quedaba al entrevero.
Y se desplomó el matrero
como una fiera vencida;
luego el ranquel, con su vida,
ya superao el revés,
murmuró poco después
con decisión soberana:
“-Aura mi hermosa cristiana
ser libre, si vos querés…!"
                                      (28/01/1983)
Versos de Roberto Coppari

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