domingo, 17 de agosto de 2014

EL VIGUÁ

           (relato)
1
Según viejos pobladores
de la costa de Iberá,
había sido “El Viguá”
criado por unos dotores.
Y al darme seña y colores
también me han dao este dato:
fuerte y pícaro el mulato
bastante largo de manos…
que si no hallaba orejanos
carneaba ajeno y barato.
2
Tanto hizo hasta que un día
perjudicó a los dotores,
y con tuitos sus rigores
le cayó la polecía.
Pero “El Viguá” a sangre fría
con la partida pelió,
y como se desgració
fue a vivir en el estero;
pa’ convertirse en matrero
que el Iberá cobijó.
3
Hombre al fin, y aunque el rigor
del desierto soportaba,
aquel matrero anhelaba
las caricias de un amor.
Y al rancho de un tal Canor
que esistió en Santo Tomás,
atropelló el cachafaz,
y quieras que no, le dijo:
“Tan solo tu hembra esijo
pa’ que yo te deje en paz”.
4
Pero Canor ante el gesto
del “Viguá”, se sonrió,
y su facón desnudo
dispuesto a jugar el resto;
retrucando muy modesto:
“Paisano, lo que usté quiera:
un potrillo, una tambera,
le autorizo pa’ llevar,
pero yo me haré matar
por mi noble compañera”.
5
Era Eleuteria Cabral
la china del tal Canor,
de aquellos pagos, la flor,
como no había otra igual.
A quien la suerte fatal
condenó con gesto fiero,
a perder su compañero
que fuera Canor Miranda,
y tras de esa ación nefanda
a ser hembra del cuatrero.
6
Fue contra la voluntá
de aquella pobre mujer,
que “El Viguá” tuvo el placer
de aplacar su soledá.
Y hecho ya en la maldá
el matrero correntino,
temible en su destino
porque no era gaucho flojo,
se manejaba a su antojo
asaltando en el camino.
7
Cuando un hecho cometía
“El Viguá”, como esa muerte,
siempre gritando bien fuerte
“Soy Gato Moro”, decía.
Y claro, la policía
siempre al “Gato” lo buscaba,
triste fama acumulaba
este ser tan desdichado,
y “El Viguá”, al no ser buscado
en los hechos se cebaba.
8
Y todos los pobladores
de Corrientes comentaban,
mientras que algo agregaban
a los hecho’y sus horrores.
Perseguido y perseguidores
la provincia revolvían,
al “Gato” lo perseguían
siempre armado hasta los dientes
la policía de Corrientes,
pero el encuentro eludían.
9
Aquí englobaré el proceso
de sus muchas fechorías:
pelió y mató polecías
pero nunca estuvo preso.
Mató a Canor en su eseso
de hacerla suya a Eleuteria,
era diestro en la materia
de carnear gordo y ajeno;
aunque dicen que era güeno
pa’l que andaba en la miseria.
10
En más de una pulpería
donde llegaba el matrero,
dejó pingos sin aperos
que en los palenques había.
Y en sus muchas correrías
sus rastros sabía dejar;
ligero pa’ raboniar
el mulato solitario,
que ni el pingo’el comesario
se le llegaba a escapar.
11
Tenía, como les digo,
“El Viguá”, su madriguera
en la selva que a la vera
del Iberá fue su abrigo.
No tenía más amigos
que su pingo y su facón,
era el rey de esa estensión
puesto que no se atrevía
ni la mesma polecía
a reducirlo a prisión.
12
En su rancho solitario
y misterioso a la vez,
un mundo aparte dire
en mi sencillo glosario.
Sufrió Eleuteria el calvario
de aquella prisión salvaje,
ya amoldada al cuatreraje
y resignada a la vez,
lo acompañaba después
alardiando de coraje.
13
Zorro el mulato y ladino
cuando un viajero cruzaba
solita a su hembra largaba
en el desierto camino.
Claro está, el gaucho argentino
al ver sola a una mujer,
se le llegaba a ofrecer
pa’ acompañarla y al rato…
¡se le cruzaba el mulato
y hasta dejábalo a pie!
14
Pero una vez el moreno
cebao en esa chicana,
con esa china baquiana
que amaestró su desenfreno,
topó con uno muy güeno
y era éste “Gato Moro”;
sus pilchas eran tesoro,
y al salirle a la cruzada
en la primera topada
le salió la vaca al toro.
15
Vino el mulato confiao
pa’ correrlo con el nombre,
pero “El Gato” era un hombre
muy listo pa’esos mandao.
“-Negro’e porra -dijo airao-
por fin te topé, trompeta”;
le dio un planazo en la jeta
diciéndole al punto “El Gato”:
“-Para que aprendás, mulato,
que mi nombre se respeta.”
16
Dos hombres de chiripá,
el campo por esenario,
con un valor temerario
peliaron “Gato” y “Viguá”.
Puñalada viene y va,
las armas se hacían trizas,
charcos de sangre rojiza
sobre el pasto se veían,
Faustino Pérez lucía
sus sobradoras sonrisas.
17
El duelo de esa ocasión
más o menos se asemeja,
por la fuerza despareja
al del gato y el ratón.
“El Viguá” con su facón
tiraba siempre a matar,
pero no pudo encontrar
la vaina para el filoso,
porque “El Gato” siempre airoso
los golpes sabía parar.
18
Le dejó el cuerpo tajeado
partiéndole las narices,
incontables cicatrices
dejó en su cuerpo estampadas.
Diciéndole: “-Te he buscao
hasta que al fin te encontré,
puesto que siempre juré
cobrarme lo que has hecho
y aura me iré satisfecho,
tu deuda ya me cobré.”
19
“Yo no te quiero matar,
de mi valor no hago alarde,
vos sos un negro cobarde
solo servís pa’ charlar
Y si me güelvo a enterar
que usas mi nombre en tus hechos,
vendré a buscarte derecho
y por mi china que adoro
y a fe que soy “Gato Moro”,
la tumba será tu lecho”.
20
Así saldó esta cuestión
con “El Viguá”, “Gato Moro”,
y por su honor y decoro
de gaucho de güeña ación.
Saliendo de un galopón
con rumbo a su madriguera,
paja mansa y cortadera
raleando, se alejó
y al moreno lo dejó
a cargo’e su compañera.
21
La leción fue superior
pa’l mulato jatancioso.
Resolviendo ser juicioso
al soportar su dolor.
Y el terrible sableador
del Iberá correntino,
dio otro rumbo a su destino
por consejo’e su mujer;
porque venía un nuevo ser
a cruzarse en su camino.


Versos de Luis Acosta

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