(relato)
1
Según
viejos pobladores
de
la costa de Iberá,
había
sido “El Viguá”
criado
por unos dotores.
Y
al darme seña y colores
también
me han dao este dato:
fuerte
y pícaro el mulato
bastante
largo de manos…
que
si no hallaba orejanos
carneaba
ajeno y barato.
2
Tanto
hizo hasta que un día
perjudicó
a los dotores,
y
con tuitos sus rigores
le
cayó la polecía.
Pero
“El Viguá” a sangre fría
con
la partida pelió,
y
como se desgració
fue
a vivir en el estero;
pa’
convertirse en matrero
que
el Iberá cobijó.
3
Hombre
al fin, y aunque el rigor
del
desierto soportaba,
aquel
matrero anhelaba
las
caricias de un amor.
Y
al rancho de un tal Canor
que
esistió en Santo Tomás,
atropelló
el cachafaz,
y
quieras que no, le dijo:
“Tan solo tu
hembra esijo
pa’ que yo te
deje en paz”.
4
Pero
Canor ante el gesto
del
“Viguá”, se sonrió,
y
su facón desnudo
dispuesto
a jugar el resto;
retrucando
muy modesto:
“Paisano, lo que
usté quiera:
un potrillo, una
tambera,
le autorizo pa’
llevar,
pero yo me haré
matar
por mi noble
compañera”.
5
Era
Eleuteria Cabral
la
china del tal Canor,
de
aquellos pagos, la flor,
como
no había otra igual.
A
quien la suerte fatal
condenó
con gesto fiero,
a
perder su compañero
que
fuera Canor Miranda,
y
tras de esa ación nefanda
a
ser hembra del cuatrero.
6
Fue
contra la voluntá
de
aquella pobre mujer,
que
“El Viguá” tuvo el placer
de
aplacar su soledá.
Y
hecho ya en la maldá
el
matrero correntino,
temible
en su destino
porque
no era gaucho flojo,
se
manejaba a su antojo
asaltando
en el camino.
7
Cuando
un hecho cometía
“El
Viguá”, como esa muerte,
siempre
gritando bien fuerte
“Soy
Gato Moro”, decía.
Y
claro, la policía
siempre
al “Gato” lo buscaba,
triste
fama acumulaba
este
ser tan desdichado,
y
“El Viguá”, al no ser buscado
en
los hechos se cebaba.
8
Y
todos los pobladores
de
Corrientes comentaban,
mientras
que algo agregaban
a
los hecho’y sus horrores.
Perseguido
y perseguidores
la
provincia revolvían,
al
“Gato” lo perseguían
siempre
armado hasta los dientes
la
policía de Corrientes,
pero
el encuentro eludían.
9
Aquí
englobaré el proceso
de
sus muchas fechorías:
pelió
y mató polecías
pero
nunca estuvo preso.
Mató
a Canor en su eseso
de
hacerla suya a Eleuteria,
era
diestro en la materia
de
carnear gordo y ajeno;
aunque
dicen que era güeno
pa’l
que andaba en la miseria.
10
En
más de una pulpería
donde
llegaba el matrero,
dejó
pingos sin aperos
que
en los palenques había.
Y
en sus muchas correrías
sus
rastros sabía dejar;
ligero
pa’ raboniar
el
mulato solitario,
que
ni el pingo’el comesario
se
le llegaba a escapar.
11
Tenía,
como les digo,
“El
Viguá”, su madriguera
en
la selva que a la vera
del
Iberá fue su abrigo.
No
tenía más amigos
que
su pingo y su facón,
era
el rey de esa estensión
puesto
que no se atrevía
ni
la mesma polecía
a
reducirlo a prisión.
12
En
su rancho solitario
y
misterioso a la vez,
un
mundo aparte dire
en
mi sencillo glosario.
Sufrió
Eleuteria el calvario
de
aquella prisión salvaje,
ya
amoldada al cuatreraje
y
resignada a la vez,
lo
acompañaba después
alardiando
de coraje.
13
Zorro
el mulato y ladino
cuando
un viajero cruzaba
solita
a su hembra largaba
en
el desierto camino.
Claro
está, el gaucho argentino
al
ver sola a una mujer,
se
le llegaba a ofrecer
pa’
acompañarla y al rato…
¡se
le cruzaba el mulato
y
hasta dejábalo a pie!
14
Pero
una vez el moreno
cebao
en esa chicana,
con
esa china baquiana
que
amaestró su desenfreno,
topó
con uno muy güeno
y
era éste “Gato Moro”;
sus
pilchas eran tesoro,
y
al salirle a la cruzada
en
la primera topada
le
salió la vaca al toro.
15
Vino
el mulato confiao
pa’
correrlo con el nombre,
pero
“El Gato” era un hombre
muy
listo pa’esos mandao.
“-Negro’e porra -dijo airao-
por fin te topé,
trompeta”;
le
dio un planazo en la jeta
diciéndole
al punto “El Gato”:
“-Para que
aprendás, mulato,
que mi nombre se
respeta.”
16
Dos
hombres de chiripá,
el
campo por esenario,
con
un valor temerario
peliaron
“Gato” y “Viguá”.
Puñalada
viene y va,
las
armas se hacían trizas,
charcos
de sangre rojiza
sobre
el pasto se veían,
Faustino
Pérez lucía
sus
sobradoras sonrisas.
17
El
duelo de esa ocasión
más
o menos se asemeja,
por
la fuerza despareja
al
del gato y el ratón.
“El
Viguá” con su facón
tiraba
siempre a matar,
pero
no pudo encontrar
la
vaina para el filoso,
porque
“El Gato” siempre airoso
los
golpes sabía parar.
18
Le
dejó el cuerpo tajeado
partiéndole
las narices,
incontables
cicatrices
dejó
en su cuerpo estampadas.
Diciéndole:
“-Te he buscao
hasta que al fin
te encontré,
puesto que
siempre juré
cobrarme lo que
has hecho
y aura me iré
satisfecho,
tu deuda ya me
cobré.”
19
“Yo no te quiero
matar,
de mi valor no
hago alarde,
vos sos un negro
cobarde
solo servís pa’
charlar
Y si me güelvo a
enterar
que usas mi
nombre en tus hechos,
vendré a
buscarte derecho
y por mi china
que adoro
y a fe que soy “Gato
Moro”,
la tumba será tu
lecho”.
20
Así
saldó esta cuestión
con
“El Viguá”, “Gato Moro”,
y
por su honor y decoro
de
gaucho de güeña ación.
Saliendo
de un galopón
con
rumbo a su madriguera,
paja
mansa y cortadera
raleando,
se alejó
y
al moreno lo dejó
a
cargo’e su compañera.
21
La
leción fue superior
pa’l
mulato jatancioso.
Resolviendo
ser juicioso
al
soportar su dolor.
Y
el terrible sableador
del
Iberá correntino,
dio
otro rumbo a su destino
por
consejo’e su mujer;
porque
venía un nuevo ser
a
cruzarse en su camino.
Versos
de Luis
Acosta
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