1
Yo
soy el gaucho que canta
cuando
un pesar le acongoja;
soy
árbol que se deshoja
del
dolor bajo la llanta
sola
en la vida me encanta
el
vivir con libertad,
por
eso en la inmensidad
del
desierto, se ha extendido:
yo
necesito ese nido
soy
ave de tempestad.
2
Soy
el que cruza sombrío,
como
racha del “pampero”,
en
su dócil parejero
de
la Patria, el campo mío;
soy
el torrentoso río
en
las llanuras formado
cuyo
cauce desbordado
del
infortunio al rigor,
busca
el mar de un dulce amor
para
vivir resignado.
3
Soy
el que calma su pena
peleando
contra la suerte;
el
que provoca a la muerte
siempre
con cara serena;
el
que en la desgracia ajena
tiende
primero la mano;
el
que lleva, soberano,
como
tesoro ocultado
dentro
del pecho encerrado
el
corazón más humano.
4
Soy
aquel que cuando dora
la
brillazón en Oriente
hasta
su pálida frente
llega
el beso de la aurora;
el
que en su pecho atesora
la
fuente de la ilusión;
el
que juntito al fogón
su
guitarra hace llorar,
el
que si llega a cantar
despedaza
el corazón.
5
Yo
fui la savia volcada
en
la guerra fraticida,
la
que corrió por la herida
de
la Patria desangrada;
fui
la primera avanzada
contra
el despotismo extraño,
he
sido el primer peldaño
del
progreso en el cimiento,
el
que no se dobló al viento
ni
al peso del desengaño.
6
Yo
soy el gaucho proscrito
en
la Patria que ha formado
el
que purga abandonado
de
su valor, el delito.
El
que a veces al tranquito
cruza
la pampa desierta,
donde
como sombra incierta
veo
recuerdos que fueron,
pero
que ya se perdieron
como
mi esperanza, muerta.
7
Soy
el que en noche sombría
pasa
los campos, cantando
canciones
que van dejando,
no
sé qué melancolía,
soy
el que lleva por guía
como
una estrella fulgente,
la
miradita sonriente
de
la criolla que lo adora,
cuya
luz es una aurora
que
va estampada en mi frente.
8
Soy
el que en los ojos negros
guarda
gotas de rocío,
perlas
que ha dejado el río
del
dolor en sus despojos;
el
que pisa los abrojos
de
la senda con orgullo,
soy
el que sueña al arrullo
del
“pampero” rugidor,
que
me ha educado cantor
con
su incesante murmullo.
9
Yo
soy el gaucho que adora
la
soledad del desierto,
de
las brisas el concierto
y
su rancho de totora.
El
que vive entre la aurora,
del
amor y el sufrimiento,
soy
el que respira el viento
sahumado
de margaritas;
el
que canta vidalitas
más
sentidas que un lamento.
10
Soy
el que si en la llanura
la
oscuridad lo sorprende
junta
cardos, con que enciende
para
asar alguna achura.
El
que sin grande amargura
tiende
el recao en el suelo
y
entre tanto sin recelo
se
va quedando dormido…
El
viento canta a su oído
Y
tiene por techo el cielo.
Versos
de Horacio
B. Oyhanarte
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