¡Pobre
rancho! donde ayer
ebrio
de placer inmenso,
gozaba
de amor intenso
del
alma de una mujer;
yo
que ayer te supe ver
de
madreselvas ornado,
voy
al verte derrumbado
sobre
el polvo del camino,
maldiciendo
tu destino
me
postro y lloro a tu lado.
Como
un espectro en la pampa
donde
ablandé un redomón,
solo
se ve tu armazón
¡rancho
de bonita estampa!
Hoy
tan solo el búho acampa
en
un trozo de tu alero,
bajo
el cual sentí un te quiero
de
la que tanto adoraba,
y
que siempre te cuidaba
con
cariño y con esmero.
Rancho
viejo, rancho amigo
como
ayer, bajo tu alero,
ya
no puedes al viajero
prestarle
modesto abrigo;
ya
no eres mudo testigo
de
algún idilio de amor,
porque
cual marchita flor
por
el viento deshojada,
hoy
has rodado a la nada
después
de ser esplendor.
Las
aves que ayer gorjearon
en
tu enramada hechicera
al
transformarte en tapera
presurosas
se alejaron;
todos,
todos te olvidaron
pobre
rancho de terrón,
menos
yo, que con tesón
mis
cantares te he brindado,
porque
te llevo grabado
dentro
de mi corazón.
Versos
de Mariano
N. Cuello
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