jueves, 2 de mayo de 2013

EL BATARÁ


Ya no riñe como otrora
ni vocea cual solía,
ni se escucha su buen día
en el azul de la aurora.
Sobre la pista sonora
sopló un pampero que abate,
y el héroe de la granate
pupila que el odio encela,
quebró su intrépida espuela
en el último combate.

Era de verlo en su enhiesta
actitud de paladín
llenando con el clarín
de su grito de floresta.
Se le sangraba la cresta
en chispazos de arrebol,
y sobre olímpicas pol-
varedas de luz temprana,
propalaba en la mañana
las alegrías del sol.

Lo he visto altivo y triunfal,
bizarro, indomable y fuerte,
emborracharse de muerte
frente a frente del rival.
Sobre el dorado arenal
del ruidoso reñidero,
dejaba el rojo reguero
de su intrépida agonía
y el redondel florecía
en rosas de matadero.

Era de ver su salvaje
asalto feroz y rudo
sin exhibir otro escudo
que el bronce de su coraje.
Se le erizaba el plumaje
como una bandera herida,
y en la recia acometida
sobre el último encontrón,
rimó su heroica canción
la epopeya de la vida.

Como una heroica pedana
que para el caso se alista,
tendía sobre la pista
su hebra de luz la mañana.
Relucían como grana
las pupilas, y en aquellos
ojos fieros, y en los cuellos
estirados frente a frente,
se gustaba la imponente
emoción de los degüellos.

Paladín del sueño mío,
gladiador del reñidero,
el del puazo certero,
el de aletazo bravío:
un extraño viento frío
el reñidero devasta,
y tu espolón se desgasta,
y tu coraje se fuga,
y la cresta se te arruga
como bandera a media asta.

Versos de Daniel Elías

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