Canturriaba
el “Pampero” sus endechas
enredao
en los talas y espiniyos
y
el poniente asulao, se festionaba
de
rojo fuego, lila y amariyo.
Ansinita
la tarde iba cayendo
entre
los tintes de esa lus difusa,
cuando
anunciando el paso de un viajero
se
oyó el chas… chararás de la lechusa.
Yegó
el paisano y sofrenó su flete
junto
al foyaje de una verde liana,
que
por darle soltura a su tientaje
l’iba
achicando el güeco a una ventana.
De
ayisito salió una linda prienda
de
ojos más negros, que el más negro olvido,
con
el pelo partido medio a medio
como
las alas de un biguá dormido.
Su
manito, buscó la del amante;
él,
procuró su boca color grana
y
ella campió en el fondo de aquel beso
un
mundo de promesas, pa’l mañana.
Ya
por última ves, miró aquel rancho,
y
persinó entre alegre y dolorida
y
detrás de dos lágrimas matreras
un
beso le tiró de despedida.
De
un salto se sentó sobre las ancas
de
su cómplice, el ruano coscojero,
que
picó retozón, como juyendo
del
cortejo nusial del teru-teru.
Y
soñando despiertos contemplaron
como
siñuelo asul de su destino,
la
esperanza jugando en el selaje
y
la gloria, de pie sobre el camino.
Versos
de Valentín
Cavilla Sinclair
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