Guasquiando
al pingo de l’existencia
rumbo
a los pagos de mis anhelos;
por
el potrero’e los veinte años
un
contratiempo… m’echó los perros.
Y,
por librarme d’esa jauría
cerré
las piernas al pobre soco;
y,
en el apuro no vi una zanja
y
di en el suelo, con todo el lomo.
En
la rodada quebróse mi alma
y
car’arriba quedé chiyando;
pero
a mis ayes yeg’un alivio
de
una esperanza, qu’iba de paso.
Con
buen mano, me puso en cura
con
yerbas y untos bien conocidos;
y
curadito… de nuevo fuerte,
volví
a la vida, com’un potriyo.
Hasta
que un día por puro gusto
cái
en la trampa de los recuerdos,
y
silencioso, sin hacer ruido,
volví
hacia el pago de mis anhelos.
Pensaba
cáirle así, de sorpresa,
si
era posible, sin que me viera,
aunqu’era
fácil que con los años
ni
se acordara quién diablos era.
Y,
cuando cráiba salir airoso
se
aparecieron los mismos perros;
y,
ayí, adelante, negra y profunda
la
misma zanja’taba sonriendo.
Miré
mis barbas: ¡las vide canas!
tantié
mis garras: ¡sentí girones!
pero
la zanja y aqueyos perros
er’un
designio qu’estaba jóven.
Y
en desventaja pa’ otra rodada
tomé’l
regreso ya convencido;
que
ni por tiempo ni por sorpresa
¡podía
burlarme de mi destino!
Versos
de Juan
Antonio Bourdieu
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