jueves, 21 de septiembre de 2017

EL PLATERO

Como Cipriano Amarante
no he conocido platero.
Hijo de tigre, nomás,
tenía que salir overo…

Habilidoso era el hombre,
y de casta le venía,
por nieto de portugueses,
maestros en platería.

Siempre tuvo inclinación.
De mocito, ya pintaba.
Patente se estaba viendo
que el oficio le gustaba.

Pues si un pingo relucía
con el lujoso chapeado,
las horas solía quedarse
mirándolo embelesado.

Lo primero que logró
-y era todavía pollo-
fue, con plata cincelada,
revestir un chifle criollo.
………………………….

En su taller trabajaba
en un silencio profundo,
talmente que parecía
estar como en otro mundo.

Dele al punzón y al buril,
y allí nadie lo molesta.
Era inútil conversarle,
porque no daba respuesta.
………………………….

En el crisol va fundiendo
-y así atiende, mira y calla-,
más pura que una doncella,
la blanca plata granalla.

Después, vigilando el fuego
con enamorada espera,
el refinado metal
vuelca en una lingotera.

Le da riendas a su antojo
y, según su gusto y gana,
sacará un mate, o un lindo
anillo de filigrana.
…………………………..

A sus manos de artesano
como una virtud le baja.
Yo no conocí platero
que le sacara ventaja.

Por mejor que los mejores
supo brillar entre mil.
Codiciaba sus chapeados
el criollaje del Tandil.
…………………………...

Flores salen de sus manos,
despacito y sin apuro.
En un pretal ha formado
un corazón de oro puro.
……………………………

Lo mismo cuando cincela,
con fiebre de enamorado,
el mate para la novia,
con un corazón flechado.

O si en el mismo dispone
-para asombro de visitas-
que, bien labradas en plata,
se arrullan dos palomitas.
……………………………

Me acuerdo cuando le hizo
a Celestino Pujol
una rastra de seis tiros
que era más linda que el sol.

Yo supe tener entonces,
para mi dicha completa,
un cuchillo que adornó
de los de marca “Corneta”.

¡Ah, platero habilidoso!
No de balde se lo alabo,
pues no tenía desperdicio,
desde la vaina hasta el cabo.

Una vez hizo un pretal
del más bonito chapeado.
Era como estrellerío
sobre mi oscuro tapado.
…………………………….

Así se estaba las horas,
atenido a su quehacer.
Si a veces, como en un sueño,
se olvidaba de comer…

Guardo como una reliquia,
entre mis prendas mejores,
unas riendas pura plata
de bombas y pasadores.

Y un freno de lo mejor,
que no lo vendo por nada,
porque son como un jardín
las coscojas y barbadas.

Todo salió de sus manos
con humildad, sin desplante.
Porque no alardeó de bueno
ese Cipriano Amarante.

Y como que ya es finado,
quisiera volverlo a ver
en una nube de plata
cincelado. Puede ser…


Versos de León Benarós

No hay comentarios:

Publicar un comentario