“Les
voy a contar la historia
mejor
dicho un sucedido
por
eso que a Dios le pido
que
me alumbre la memoria”.
Así
empezó el Viejo Coria
hablando
pausadamente
y
se quedó di repente
muy
silencioso el fogón
centrándose
la’tención
ninguno
era indiferente.
“Páseme
el porrón cuña’o
pa’
calentar el garguero”
y
le mandó al tragadero
un
taco muy alarga’o.
El
relato era espera’o
y
el Viejo zorro sabía
que
a todos conmovería
lo
que juira’rilatar
y
tardaba en arrancar
la
historia que prometía.
“Me
había toca’o rondar
yo
diba con un arreo
cuando
di repente veo
de
la nadita’somar
una
figura sin par
de
perro negro grandote
se
me hizo un ñudo el gañote
galopiando
el corazón
¡porque
era un lobizón
el
que iba cruzando al trote!
Los
vacunos lo olfatiaron
se’mpezó
a’remoliniar
reseros
al despertar
tan
solo se santiguaron.
¡Y
solito me dejaron
ante
el perrazo embruja’o!
Yo
lo aguaité desmonta’o
y
bajo la luna yena
lo
esperé en forma serena
y
el facón desenvaina’o.
Lo
abarajé en el facón
pero
de un cormiyazo
me
vino a cortar el brazo
y
le partí el corazón.
Se
alzó con un sacudón
y
se ganó ‘n‘el cardal.
Me
dentró un tembladeral
al
ver que no lo maté
y
me dije: ahura sé
que
ya tengo adentro el mal.
Por
suerte cura encontré.
Una
vieja culandrera
me
sacó el Mal pa’juera
con
la cicatriz quedé”.
Y
sabrá el Señor con qué
el
viejo se ha lastima’o
pero
todos han queda’o
mirando
la cicatriz.
¡Por
dentro el viejo feliz
al
haberlos asusta’o!
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