Con
seis años, inocente,
yorar a mares lo
vieron
cuando
sus padres murieron
en
un fatal acidente.
Al
no tener ni un pariente,
a
una estancia lo yevaron
ande al pobre lo
hacinaron
en
un oscuro galpón;
tan
solo un catre viejón
y
unos trapos le tiraron.
Como
perro abandonao
al
pobre lo maltrataban,
y
“Chingolo” lo apodaban
por
su pelo apirinchao. (1)
Dende temprano, al mandao
del
patrón o el mayordomo,
trabajaba
con aplomo
y
aunque siempre desengüelto,
lonjazo que andaba
suelto
siempre
le cáiba n’el lomo.
Sin
conocer los halagos
de
otros chicos de su edá,
jué triste su realidá
sin
fiestas ni Reyes Magos.
Nunca
conoció otros pagos
ni
supo de festivales,
y
pa’ colmo de sus males
sin
enseñanza ni escuela,
su
vida jué una secuela
de
días tuitos iguales.
A
los ponchazos creció
entre
mensuales y piones,
alquiriendo condiciones
que
con eyos aprendió.
Ya
siendo mozo tomó
-ante
su cruel situación-
la
acertada decisión
de
poner a tuito un broche.
Se
hizo perdiz una noche
en
el zaino del patrón.
Lo
campiaron con esmero
por
diferentes caminos
y
hasta en los pagos vecinos,
sin
hayar su paradero.
El
tiempo que anda ligero
en
su marcha jué avanzando;
noticias
de cuando en cuando
del
“Chingolo” se tenían,
solo
chismes, que decían
de
que andaba cuatreriando.
Golvía una noche
oscura
aquel
patrón inhumano,
cuando
de pronto un paisano
se
apareció en la negrura.
Se
escuchó: ¡Aquí estoy basura!
y
en menos de lo pensao,
solo
con rebenque armao,
le
dio tremenda lonjiada
que
hoy dice la paisanada:
“El
Chingolo … se ha vengao”.
(1 (1) Pirincho:
mechón de pelo sobresaliente en la cabeza
Versos de Arnoldo
Daniele
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