Tiene en su alma moruna
suave
tristeza que asoma
como
la pálida aroma
de
la flor de nuestras tunas;
es
su encordado la cuna
de
resonantes primores
y
modula esos rumores
con
que en la selva nativa
la
palomita cautiva
reclama
tibios amores!
Cuando
su prima vibrante
estalla
en agudos trinos,
suaves
ecos cristalinos
resuenan
emocionantes;
cabe
allí la estrofa amante
que
es la canción de un gemido,
y
algún labio estremecido
busca
otro labio dichoso
y
en un afán delicioso
queda
en silencio prendido!
Cuando
gime la bordona
su
grave, profundo acento,
desmayado
en sentimiento
el
corazón se abandona;
todo
el cordaje se entona
en
melancólico arpegio
y
el sonido, suave y regio
de
su alma resonante,
hace
vivir un instante
de
divino sortilegio!
Magestuosa
sultana,
su
armonía se reviste
con
esa canción del “triste”
que
es la elegía paisana;
con
el “estilo” engalana
una
cadena infinita,
y
se estremece y palpita
gallarda,
acariciadora,
en
la nota seductora
de
la agreste “vidalita”!
Ora
alegre y retozón
su
rasgueo se enseñora
en
la danza arrulladora
del
paisano “pericón”,
se
achica en la “relación”
pa’
decorar el momento,
pero,
en seguida, su acento
de
melodías se llena
cuando
la gaucha “cadena”
retoma
su movimiento!
Ora
grave y apenado
arpegia
con un quejido
en
el campero latido
del
“cielito” enamorado,
vuela
en giros entibiados
por
un cálido lamento
y
su tierno sentimiento
se
desgrana en el espacio
bajo
el inmóvil topacio
del
tranquilo firmamento!
Ella
también se adolora
en
el silencio y olvido,
por
las horas que ha gemido
bajo
el rancho de totora;
ya
no se alegra ni llora,
ni
adornada con esmero
por
el lazo bien campero
de
la dulce compañera
va
cruzada en bandolera
a
la grupa del trovero!
Versos
de Justo
A. Triay
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