En
el pañuelo del viento
se
fue una lágrima triste
que
derramó tibia y honda,
la
angustia de los humildes.
Milongas
de medio luto
sencillas,
rudas y simples,
los
taciturnos paisanos
de
franca y de recia estirpe
se
hunden en pozos de sombras
tras
de las huellas de Osiris.
Andarás
de forastero
como
el viento en los aljibes
ya
no tendrás un matungo
que
te olfatee, o te relinche,
y
en los paisajes de Algorta
donde
el ocaso es tan triste
quedará
tu rancho muerto
sin
un candil que lo tizne
porque
los troperos pasan
silbando
tu nombre Osiris.
Sentí
los grillos nocheros
con
un himno de violines
acompañando
a una sombra
que
hacia el norte se dirige,
iba
flotando en el aire
su
oscuro potro alarife
junto
a un perro cimarrón
de
ojos hondos y temibles;
y
la guitarra me dijo
"áhi
pasa el alma de Osiris".
Canto
por tu antigua pena,
la
soledad que asumiste,
antes
que algún mal agüero
tu
voz profunda lastime.
Artesano
del silencio
surcado
de cicatrices,
crucificada
garganta
de
atormentados matices
a
tu nombre sin olvido
le
rezo esta copla Osiris.
Versos
de Juan
Carlos López
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