Las cuartetas que siguen, en realidad no tienen título, corresponden a la parte X del libro "Juan Nadie - vida y muerte de un compadre" (1954)
1
Se tendía la tarde
quieta
apaciguando el paisaje
con un variable celaje
que iba del rosa al
violeta.
2
Raspado el viento en
la copa
de lija de las
higueras,
se mojaba en las
hileras
de los tendidos de
ropa.
3
Desde el lejano confín
hasta los planos
primeros,
temblaban los
reverberos
sobre los techos de
cinc;
4
y los postreros
reflejos
emborronando su tono,
nimbaban un abandono
de tablas y tachos
viejos.
5
Puliendo lejos sus
franjas
en una plata fingida,
iba gastando su vida
el agua gris de las
zanjas,
6
y con raros artificios
que le rayaban
temblores,
formaba hermosos
colores
de restos y
desperdicios;
7
mientras furtiva y
ufana,
oculta entre la
maciega,
tocaba como una ciega
siempre lo mismo la
rana.
8
Había un largo
desaliento
desde los verdes
remotos
hasta los papeles
rotos
que andaba arrastrando
el viento;
9
y un azul desvanecido
de techo, de aire, de
cielo,
le daba un tono de
hielo
al horizonte dormido.
10
Junto a los cercos de
cinas
o en los abiertos
portones,
hilaban conversaciones
los gestos de las
vecinas;
11
y la palabra pausada
del comentario sin
prisa,
saltaba como una tiza
partida en la
risotada;
12
o el aderezo picante
de una salida guaranga,
llevaba un rostro a
una manga
o alguna pierna
adelante.
13
Alcoholizando su
aliento
y acelerando el latido,
alzábase un falta
envido
frente al almacén del
viento,
14
y en medio de la
vereda,
despreocupado y zumbón
levantaba de un tirón
algún pañuelo de seda,
15
de los que en sillas
de paja,
frente a una mesa
pringosa,
cerraban y abrían la
rosa
ajada de la baraja.
16
Si una muchacha cualquiera
pasaba ante los
mirones,
afirmaba en sus
tacones
la indiferencia
altanera,
17
llegando a agarrar el
trote
para evitar un desmán,
si insinuaba un ademán
alguno de los del
lote.
18
Isidra cruzó la acera
con ese afán de
secreto
de las vidas sin
respeto
que las escupe
cualquiera.
19
Igual que perro sin
dueño
solo llegaba a su oído
el eco de algún
silbido
o algún insulto
risueño.
20
Había en el rancho
otra china
cuando el hombre
precavido
se fue procurando
olvido
y halló en el cambio
la ruina.
21
Con la partida de Juan
se desprendió esa
ladera,
así que de lavandera
tenía que ganarse el
pan.
22
Pero, dulce y
consecuente.
cuidó la casa con celo
mientras bordaba un
pañuelo
celeste para el
ausente.
23
Nunca dejaba revuelta
la habitación con la
mansa
y renovada esperanza
de hallarlo en ella a
la vuelta;
24
y llegó en su espera
fiel
a dejarle la comida
y hasta la mesa
tendida
cuando soñaba con él.
25
Aquella tarde apuraba
el paso con la
creencia
de contemplar la
presencia
que el corazón le
anunciaba;
26
por eso no hubo
sorpresa
cuando al cruzar el
umbral
vio el reflejo de un
puñal
junto a un sombrero en
la mesa.
Versos de Miguel
D. Etchebarne
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