martes, 30 de abril de 2013

TRESCIENTOS JINETES

  (romance de gesta)

Trescientos rudos jinetes,
flor de gauchos de frontera,
boleadores de los pagos
de Junín y Cruz de Guerra,
mandados por Pablo Vargas
que por las propias campea,
van cruzando por los campos
en la alta noche serena,
acalladas las coscojas,
maneadas las espuelas
y trabados los cencerros
de las yeguas madrineras.

Miran la pampa dormida
impasibles las estrellas
y el viento en los pajonales
canta su canción eterna.
Y siguen tras Pablo Vargas
que por instinto rumbea.
Sin un rozar que los marque…
Sin un rumor que los venda…
al tranco de sus caballos
y al fulgor de las estrellas,
¡trescientos rudos jinetes
flor de gauchos de frontera!

Cuando surge el sol, que tras
su indecisa luz primera
se derrama rutilante
por las llanuras desiertas,
Pablo Vargas y sus hombres
al galope se dispersan
buscando del enemigo
rastros, señales o huellas…
En deshilada se extienden
o se abren en amplia rueda
o se agrupan o desbandan
se aproximan o se alejan;
inquieren polvos y vientos
y hasta las aves que vuelan,
¡enloquecida perrada
husmeando la pista fresca!

Y al dar con la rastrillada
-que tierra adentro se interna
marcando los pastizales
y los vientos y la tierra-
arrollan con sus silbidos
a las tropillas dispersas,
ansiosos por ensillar
sus caballos de pelea.
¡Ya las manos afanosas
los paran y los enfrenan!
Y ya ciñen los colmillos
el correón de la encimera,
y ya las lanzas empuñan
y ya el corazón aprestan.
(¡Los caballos alerteando
hacia el Desierto orejean!)
Y después de persignarse
como cristianos de veras
-embravecida perrada
oliendo la pista fresca-
trescientos rudos jinetes
a tierra de infieles entran
al galope redoblante
de sus potros de pelea.
(En la punta Pablo Vargas
pelo a pelo y rienda suelta
lanza de seis pasadores
y pistola de dos cebas).
Van cantando los cencerros
de las yeguas madrineras
entre rodar de coscojas
y vaivén de pontezuelas.
Requintados los chambergos
por la brisa mañanera
que alarga con sus caricias
crines, ponchos y melenas…
Joyantes de platería
crujientes las estriberas,
brillantes al sol las lanzas
resonantes las espuelas…

Así por la rastrillada
-bajo el cielo azul turquesa
donde nubes blancas ponen
sus candores de azucena-,
allá van con Pablo Vargas
que por las propia campea,
¡trescientos rudos jinetes
flor de gauchos de frontera!

Versos de Federico A. Gutiérrez

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