Bajo un cielo de tormenta
-camino de Feliciano-
devorándose las leguas
galopa Lázaro Blanco.
Urgencia tiene en llegar
pues -chasquero de esos pagos-
con el Jesús en la boca
más de uno lo está aguaitando...
La noche se parte en dos
y al filo de mismo tajo,
lo clava sobre la tierra
la puñalada de un rayo...
Parientes y relaciones
con el suceso llegaron,
y a la orilla del camino
ahí nomás lo sepultaron.
Hombre servicial y bueno
-como cuadra a un entrerriano-
le bastó al pobre la huella
y el adorno de unos cardos...
II
Con los días y los meses
se deschalaron los años;
una sequía de muerta
siembra osamentas y espantos.
Alguien entonces acude
con la esperanza en los labios,
hasta el lugar donde ronda
el ánima de aquel santo:
“-Hacé yover,
Lazarito,
y te prometo que
en cambio
por esta cruz que
te guarda
vas a dormir en
sagrado...”
Chasque celeste, de juro
cumplió a conciencia el encargo;
San Pedro abrió las compuertas
y los campos se salvaron.
Cien leguas a la redonda
todos dicen que es milagro:
hay que revelar los votos
conforme a los ritos gauchos...
III
Entre rezos y estandartes,
flores, guitarras y tragos
a pulso de procesión
lo llevan al campo santo....
Aumentan los promesantes;
y en su propio calendario
el pueblo lo santifica:
“-Viva San Lázaro
Blanco!”
No hay miseria que no quite
ni mal de ojo que sea tanto,
ni angustia o calamidad
que duren al invocarlo.
Superstición, o ignorancia?
Consuelo ante el desamparo?
Solo sabemos -señores-
que la fe nunca hizo daño!
IV
-Forastero: en Entre Ríos
la vida te está esperando
con un amor a flor de alma:
San José de Feliciano!
Versos de José Arévalo
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