martes, 25 de marzo de 2025

LA CARRETA

 Pobre carreta que has muerto

luego de haber dado vida

dulce carreta rodando

por la pampa adormecida;

fuiste hogar, iglesia y cuna

en el correr de la vida

fuiste brújula y canción

en la campiña dormida.

Cuánta ilusión floreció

bajo tu techumbre raída;

cuántas lágrimas bañaron

las tablas de tu tarima…

Tu farol rojo, mirando

allá en la noche dormida

era un ¡alerta! ¿quién va?

en la oscura lejanía,

y la canción del boyero

llena de melancolía

para ahuyentar los fantasmas

allá en la noche se oía.

Ya tus ruedas no hacen huella

ni amaneces con el día

ni te quedas en la noche

rumiando melancolías.

Ya has muerto vieja carreta

has muerto para la vida,

pero seguirás rodando

dentro de mi fantasía.

 

Versos de Pedro P. Bisogni

domingo, 19 de enero de 2025

LOCRO TRADICIONAL

 Locro ‘e trigo barba negra,

con chicharrón y comino;

bien espesau por la suedra

que lescojiu bien la piedra

misturada allá en la era,

meniau con palo de higuera,

mecedor que a la chinitra

con lagua en la tinajita

se trujo de la ladera.

Manjar de predilección

de los gauchos de mi tierra,

en la trilla y en la yerra

y toda criolla reunión;

de fandango o de junción

y hasta del cura apreciao

cuando era bien preparao

con pimienta, ají, cebolla,

y se ponía a la olla

mucho orégano picao.

 

Locro de la tradición

con chorizo y callo’e panza,

poroto y más menudanza

que no hay ni en la espoceción;

¡pucha!, si aura en la ocasión

‘ta la minga se ha olvidao,

y también ya se ha dejao

de bailar el pericón

el baile con relación

y hasta el gatito polquiao.

 

Toito ha cambiao hoy en día

como el tala cambia la hoja;

aura ya no dan aloja

que antes daban en la trilla

y que a gusto se bebía

regüelta con queso ‘e cabra;

si digo en una palabra

que hasta el mate de hoy en día

lo ceban por la bombilla

pa’ que’l que se quema se abra…

 

Locro ‘e trigo barba negra

en el mortero pisao,

bien escojiu y lavao

pa’ que no llevaras piedras

que la veterana suedra

en olla ‘e barro te hacía;

y lento te revolvía

hasta llegarse a espesar

y así poderte cortar

con el lomo ‘e la cuchilla.

                                      (1928)

 Versos de Lindor Rodríguez

viernes, 22 de noviembre de 2024

ROMANCE DE LA VUELTA DE OBLIGADO

 I

Un jinete sampedrino

venía de los bañados

cuando Juan Pueblo mateaba

bajo los talas del rancho.

 

-Güenos días, aparcero…

-Pa’ donde rumbea, paisano?

-Dicen que vienen los gringos

por la Güelta de Obligado.

Jué pucha con los ingleses

que riniegan del pasao,

y que áura se dan coraje

con los franchutes del brazo.

-Colijo que disprecean

los pueblos americanos…

-Los mandan no sé qué reyes…

-¿Entuavía son esclavos?

-Y vienen de las Uropas,

dicen, a cevilizarnos…

-¿Y allá por Inca-la-perra

hay hombres ansí de guapos

que presumen de caudillos

en el país de los gauchos?

-Güenos días, aparcero…

-Hasta la güelta, paisano.

 

Juan Pueblo se quedó solo.

Sintió calor en las manos.

Desató su malacara

de las riendas del arado,

descolgó la lanza vieja

de las cumbreras de palo,

caló la espada mohosa,

los trabucos herrumbrados

y la daga caronera;

recogió tientos y lazos,

enroscó “las tres Marías”

en las jergas del recado,

ciño chambergo de burro,

visitió su poncho pampeano,

calzó las botas de potro

con delantal aflecado,

cubrió de cualquier manera

las mataduras del zaino

y ajustó sobre la cincha

los estribos de venado.

 

Después soltó la perrada,

besó los gurises flacos,

monto, le sirvió la china

con el adiós, un amargo,

y callada, simplemente,

tomó la senda del bajo.

 

Y más allá del recodo

-cavilando, cavilando-

filtró palabras calientes

la pelambre de los labios:

 

-Dicen que vienen los gringos

por la Güelta de Obligado…

 2

 La mañana de noviembre

bajaba de los poblados.

 

Noventa bocas de fuego

venían desde el estuario,

y eran cuatro baterías

contra buques artillados

en un heroico suicidio:

“Rosas” y “Brown” en los altos,

“Mansilla” sobre las playas

y “Manuelita”  de flanco.

Y como fieros vigías

y a manera de centauros

-centinelas de la Patria-

los jinetes colorados:

rastra, camisa, pañuelo,

gorro de manga ladeado,

mientras pintaba la escena

con azules y con blancos

el morrión de los Patricios

de los airosos penachos.

Al tiro de tres cadenas

el buque “Republicano”,

y unas cuantas formaciones

de milicos desarmados.

 

Noventa bocas de fuego

venían desde el estuario:

flameaban entre las drizas

los gallardetes robados.

 

Una voz rompió la niebla:

-¡Allí los tenéis, miradlos!

¡Recoged el desafío

de los herejes corsarios!

¡No dejéis que nos arríen

la bandera de Belgrano!

sin otra ley que la fuerza

de cañones y de barcos!

¡Que no pasen, compatriotas,

antes muertos que vasallos!

 

Y los aires repetían:

-¡Oíd el grito sagrado!

 

Noventa bocas de fuego

y el río quedó sin pájaros.

La lluvia de las granadas

-un huracán desatado-

taló sementeras, montes,

sauces, colinas sembrados.

 

Ceibos de lágrimas rojas

se desfloraban en llanto.

 

Y en la tierra redimida

doscientos cincuenta bravos,

de cara contra los juncos

o de espaldas en el barro,

sacrificaron la vida

-“antes muertos que vasallos”-

sin luz, sin nombre, sin rostro,

anónimos, ignorados.

Ángeles negros batían

sus alas entre los álamos.

 3

 Y dormidos en las islas

cien marineros quedaron

hundidos como raíces

en la arena de los bancos,

o partidos en las toscas

como si fueran guijarros;

y en los taludes de greda

y en el fondo de los charcos,

sonaban aún los ecos

de los sables desgajados,

de los duelos singulares,

de los bramidos de mando:

“no pasarán, compatriotas”,

“a la carga, milicianos”,

“escuadrones, al ataque”

“antes muertos que vasallos…”

 

Y los aires repetían:

-¡Oíd el grito sagrado…!

 

La brisa litoraleña

limpió los últimos vahos

de la pólvora, del humo,

del incendio de los pastos,

del perfume de la sangre,

del sudor de los soldados.

Y cuando llegó la noche

y el río se fue llevando

como jangadas de muerte

mástiles, jarcias y paños,

arboladuras y amarras,

velámenes desgarrados,

insignias y banderines,

drizas, emblemas y trapos,

Juan Pueblo subió la loma,

se empinó sobre el caballo,

revoleó su poncho pampa

sobre la cruz del barranco,

y gritó desde la altura

con toda su voz de macho

cuatro palabras de macho

cuatro palabras hirvientes:

-¡Viva la Patria, barajo!

 

Versos de Orlando Mario Punzi

miércoles, 10 de julio de 2024

COMO SOY

Vengo haciendo tabla rasa

levantando polvareda

y seguiré mientras pueda

con los cantos de mi raza.

Soy como un sueño que pasa

recordando tiempos idos,

chicharrón, mate cocido,

torta frita y pan con grasa.

 

No me asusta lo extranjero.

Al contrario, le abro cancha

porque la tierra es tan ancha

que cabemos, compañero.

Yo con lo mío lo espero

y le ofrezco un chamamé,

mate amargo o tereré

o un buen asado con cuero.

 

Eso sí, tenga presente

y no por alabancioso,

que soy gaucho generoso

para atender a la gente.

En mi rancho un redepente

se suele armar la bailanta

y el que sabe cantar, canta

al estilo de Corrientes.

 

Soy paisano de alpargata

pero cualquiera lo nota

que si me toca usar bota

no voy a meter la pata.

¡dónde irá paloma ingrata

si anda suelto el gavilán!

En los pagos del Guarán

el orgullo es poca plata.

 

Soy como el Mencho Cirilo

aquel de Pedro Mendoza

que sabe hacer una glosa

siempre siguiendo su estilo.

Verseando me despabilo

y a veces, por un casual

me gusta hacer de mensual

para vivir más tranquilo.

 

El cura dijo por mí

en el día del bautizo

que era un cunumí castizo

de la raza guaraní.

Con esa estrella nací,

y te aseguro chamigo

que si tengo algún testigo

es la Virgen de Itatí.

 

Soy el dulce de mamón

que se hace a fuego lento.

Soy mbaypy que es sustento,

el charque y el chicharrón.

Soy el chipá de almidón

soy el yety sancochado

y mate amargo cebado

en la rueda del fogón.

 

¿Quieren que les diga más?

Soy duro para el trabajo

y fui subiendo de bajo,

de boyero a capataz.

Si soy tirado pa’tras

será que, modestia aparte

tengo afición por el arte

de puro gusto nomás.

 

Aprendí buenas maneras

que es el modo de agradar.

Nunca me se propasar

diciendo alguna soncera.

Entre gente forastera

me desato en atenciones

pues esas son condiciones

de las costumbres camperas.

 

Pueda ser que algún aspecto

lo desmejore a este tape.

No por eso digan ¡zape!

que nadie nació perfecto.

Siguiendo un camino recto

se le puede disculpar

que alguna vez al pasar

le descubran un defecto.

 

Porque siendo servicial

y honrado, no pidan más.

Todo paisano capaz

nunca les puede hacer mal.

Soy un Fulano de Tal

que aquí les tiende la mano

como si fuera un hermano

que llega del litoral.

 

Versos de Odín Fleitas

lunes, 8 de abril de 2024

INDIO

 Gigante colosal de los olvidos.

Memoria transitada de los vientos.

Dónde quedó tu nombre demorado…?

Tal vez, en el umbral de los silencios.

 

Por qué calles de tardes estivales

Atahualpa rodeado de misterios,

sumó llantos de todas las comarcas

cuando Manco Capac gritó su tiempo…?

 

Allá viene la estrella Viracocha

por la orilla celeste del imperio

cruzando continentes soledosos

bajo la Cruz del continente nuestro.

 

En cada amanecer crecen los gritos

cuando la tierra se transforma en pecho.

Juan Calchaquí despierta por los valles

al hombre de las razas que no han muerto.

 

Desde el fondo sonoro de la pampa

Calfucurá desata los desiertos

Y una hoguera de sangre los convoca:

Pincen y Yanquetruz van hacia adentro.

 

Y la tierra detrás del horizonte

inflamada de pájaros y cielo

en soledad más líquida del campo

se abraza desmayada contra el viento.

 

Allá vienen torrentes de su sangre

por el cauce ventral de los desiertos

en declives de cielos demorados

nombrándote detrás del cautiverio.

 

En el perfil dormido de la noche

cuando crece la lluvia de los tiempos,

un triángulo de luz, moja la luna

nativa alfarería del sendero.

 

Y América, vergel tendido en mapa

te guardará celosa entre los sueños.

Por territorios de hombres milagrosos

camina prolongado tu recuerdo.

 

Versos de Alfredo Amancio Varela

sábado, 17 de febrero de 2024

EL OTRO ADIÓS

 Juntando las palabras que dicen haberle

oído a Don Segundo cuando velaban los

restos de Güiraldes con aquella

inolvidables del fin de la novela:

 

“-Bueno m’hijo”, le oyeron al momento

del adiós, en el último visaje

y entre gente ilustrada y paisanaje

se alejó, más dolor que pensamiento.

 

Casi arrastrando al paso su rebenque

lo vio llegar el alazán, atado

allí, donde un rincón del alambrado

fue en esa tarde ocasional palenque.

 

Llevó la mano al tuse, su mirada

volvió al campo estribando, y de repente

tuvo ante sí otra vez la dilatada

 

llanura, y se fue yendo lentamente

tranco a tranco, detrás de la lomada

como quien se desangra”, nuevamente.

 

Versos de Rubén “Basko” Iriart