Mulas cansadas
cargan mis árganas:
chinchillas de Socompa…
matras de Oruro,
arrope hecho en los toldos
de Antofagasta
y vainas de algarrobo
de Río Segundo.
Nací resero de lunas
y arriero de
madrugadas,
llevo en los ojos
clavados…
los rumbos de la
distancia.
El tordo solo hace
noche
en nidos que
abandonaran.
Se me hace caña la estrella
que bebo con pico y
alas,
el sol me quemó la
frente
y me dejó sin
palabras.
En quebrachales del
Chaco
tocan degüello… las
hachas.
Cuando vuelva con los
soles
que en la tarde se
desangran,
mi río cordillerano
tendrá aldabones de
agua,
y golpearán a la
puerta
de las brujas de mi
almohada.
En la carga traigo
yuyos
para los males del
alma,
suelen doler las
achuras
como uñas encarnadas.
Quien duerme bajo los
astros,
ebrio de luz… se
levanta.
Cuando vuelvo de los
valles
hay una voz que me
nombra:
anoche la luna loca,
cortó las pierna’a mi
sombra…
me pesan sobre los
párpados
otras árganas
extrañas.
Los cepos no me
detienen,
ni las cadenas me
atan.
Yo soy semilla del
viento…
mi rumbo siempre es
mañana,
al buscador de
horizontes
no lo detienen las
lágrimas.
Cuando estés leyendo esto,
quizás, yo ande por Salta,
o por Covunco o Socompa…
trayendo chulengos mácuas.
Tal vez te sirvan de abrigo…
Yo… me tapo con escarchas.
Versos de Arístides Danilo Isasa