Don Sol abrió la tranquera
de
su rincón solariego
montó
en su pingo de fuego
y
enderezó campo afuera.
Sembró
por azul pradera
semillas
de amanecer,
vio
el feliz reverdecer
de
los blandos pastizales
y
un retozar de baguales
festejó
su aparecer.
La
Luna empalidecía
mientras
la guardia entregaba
y
todo el campo cantaba
el
nacimiento del día.
la
brisa suave movía
las
aletas del molino
que
con ese andar cansino
arrancaba
desparejo,
rezongando
de ser viejo
y
no saber ningún trino.
Cuando
marchaba brillante
por
el medio de la pampa,
se
fue boyando su estampa
por
el arroyo ondulante.
Al
contemplarlo radiante
se
alegraron los juncales,
y
rodeao de pastizales
quería
zambullirse el sauce
pa’
retenerlo en el cauce
con
sus brazos fraternales.
Llegó
al tranco al horizonte
como
siempre, el gaucho Sol,
y
su fogón de arrebol
volvió
a arder atrás del monte.
La
noche empezó su apronte,
el
cielo se enrojeció,
él
en las sombras se echó
y
su imponente figura
se
topó con la llanura
y
en silencio se durmió.
Versos
de Artemio
“Camambú” Rodríguez
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