¡Buenos días señor!, aquí le traigo
el mejor potrillito de mi puesto.
(Mío -se entiende- digo por supuesto,
por
lo mucho que tengo en él de arraigo).
Hoy
le dije a Petrona: ¡Ahora caigo!,
es
el santo de Juancho. Le llevo esto;
este
lindo pinguito que he compuesto.
-Gracias
Jacinto, nunca me sustraigo
de
tu cariño. ¡Qué lindazo el moro!
¿Y
qué tal tu tropilla? Y el puestero
sonriendo
con los ojos halagado
de
que el patrón le nombra su tesoro,
dice
al tiempo que gira su sombrero:
-Está
buena señor, y ha aumentado.
Versos
de Reginaldo
Martín Zorrilla
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