Cuando
el cielo se oscurece
la
luna duerme en su falda,
y
un anónimo pincel
dibuja
estrellas de plata.
Sólo
el viento tiene voz
por
los sumbidos que arranca
que
al confrontar con los árboles,
se
convierten en palabras
para
romper el silencio
de
mis noches solitarias.
Dicen
que la soledad
si
es enemiga te mata,
pero
si uno se hace amigo
aunque
es sola, te acompaña.
No
es una única persona
quien
en el silencio habla.
Son
dos soledades juntas;
las
del cuerpo y la del alma.
Una
sin otra no existe
y
otra sin una, no es nada.
Mis
canciones mis honestas
y
mis ideas más claras,
surgieron,
precisamente,
en
horas de madrugada.
Cuando
un grillo traicionero
le
pone al silencio trampas,
suelo
ponerme de pie
enfrentando
mi ventana,
que
es un espejo gigante
para
mirar mi mirada.
Aunque
esté entre multitudes
y
el ruido también atraiga
son
efímeros momentos
por
algunas circunstancias.
Pero
nada es comparable
a
mis madrugadas largas,
donde
la luna es mi cómplice
hasta
la hora que se marcha,
que
es cuando voy a contarle
los
secretos a mi almohada.
Que
grande es el mundo afuera.
Que
pequeña que es mi casa.
Pero
si se observa bien
es
un palacio de gala,
donde
no hay trono ni reina
emperatriz
ni monarca.
No
precisa de esas cosas
porque
con muy poco basta.
Así
es mi felicidad
y
con ser feliz, alcanza.
Muchos
vivirán pidiendo,
yo
en vez de pedir, doy gracias,
cuando
me encuentro a mi mismo
en
mis noches solitarias.
Mientras
habiten silencios
en
el mundo de mi casa.
Cuando
con la soledad,
pase
las horas más gratas.
Y
recién pueda dormir,
cuando
mi cómplice marcha.
Versos de Emanuel Gabotto
No hay comentarios:
Publicar un comentario