sábado, 31 de octubre de 2015

PONCHO DE CUERO

Antes que el poncho araucano
que es padre del poncho pampa,
cubría el gaucho su estampa
de uno más fino y liviano.
Boleadoras, lazo en mano
y otras guascas del apero,
a más de un pingo ligero
su salud, su libertad,
tenía la necesidad
de usar un poncho de cuero.

Tras de matar desollaba
y luego de estar oreado,
prolijamente sobado
como gamuza quedaba.
En el recado lo usaba
sirviendo como bajera,
en invierno o primavera
fue choza, fue cobertizo,
su poncho de yeguarizo
aquí como en la frontera.

Sobre un billar fue tapete
al “copo” de una parada,
cuando una mano sudada
batía tosco cubilete.
Cubrió recado, jinete,
en el arreo lluvioso,
y en algún trance amoroso
lo usó sin más dilación,
de improvisado colchón
su dueño un tanto nervioso.

Escuchó vocabularios
en pulperías y fogones,
de muchos indios ladrones
y de gringos sanguinarios.
Los más vastos escenarios
lo tuvieron como escudo,
se alzó en el brazo nervudo
de su dueño en la ocasión,
cuando escuchó del cañón
su destructivo estornudo.

Hoy que el destino te atrapa
en la sala de un museo,
dentro de tu cuerpo veo
un maravilloso mapa.
Tu epopeya heroica, guapa,
representó lo genuino,
largo y sinuoso camino
donde marchaste triunfal,
sobre el hombro patriarcal
de  nuestro gaucho argentino.


Versos de Aldo Crubellier

viernes, 30 de octubre de 2015

PA' APUNTALAR MI VEJEZ

De que el sol me vio nacer
ando buscando un camino,
por mi tierra y su destino
con mi manera de ser,
para tener el placer
cuando mi prole se expanda,
algo que en mi mente anda
sueño o delirio, talvez,
¡que estén pisando mis pies
una Patria que se agranda!

Si al andar por este suelo
me voy armando de a poco
con este sueño de loco
que va aumentando mi anhelo,
“ruego a los santos del cielo”    
que mi sentir apuntalen
y mis caprichos avalen
porque tengo la certeza,
que si se pone entereza
sabrán que los gauchos valen.

Quizás pueda parecer
este sueño, una utopía,
pero es la ilusión tan mía
la que me invita a creer:
“Serás lo que debas ser”,
dijo el gran Libertador,
por eso al hacerle honor
a este grande entre los grandes,
de la rivera a los Andes
poder gozar su esplendor.

Pongamos todos los bríos,
pongamos todas las fuerzas,
que el rumbo nunca se tuerza
pa’ no vivir en sombrío;
yo me apuntalo a lo mío
sin derecho y sin revés
y me tiraré a tus pies
¡oh tremendo suelo hermoso!,
para llenarme de gozo
y apuntalar mi vejez.

Versos de Rubén Julio Garaventta

TRADICIÓN !

Tradición. Mi Tradición!
Sos puntal de mi existencia
convencido y a concencia,
fundamento y mi razón;
algo más que una canción
de una reunión fogonera;
más bien la celeste esfera
que en un marco majestuoso
guarda el flamiar primoroso
de mi sagrada bandera.

Mezcla de ceibo y pampero,
de un ombú, de campo abierto!
de un  mangrullo en el desierto
y el porte de un carretero;
punto sin fin de un sendero
que formó una rastrillada
que una raza esperanzada
dio a su sueño un limpio vuelo,
y en aras del patrio suelo
puso su alma en la guapiada.

Mi Tradición! La que encierra
con sus humildes riquezas
de un noble ser las proezas
en bien de su amada tierra!
Que jue en la paz y en la guerra
sin yel en su trayectoria
pa’ fijar en la memoria,
a pesar de sus desvelos,
con claridá de los cielos
lo más limpio de la historia.

La que podrá definir,
solamente, solo ella,
un rumbo, la única huella
que un pueblo debe seguir;
el que amase su sentir
en la pasión terruñera
y tener la verdadera,
sin pintorescos matices,
convicción de sus raíces
como una estrella señera.

Tradición! Tu nombre es canto
que arrimao a los fogones
de viejas generaciones
nos trái un sublime “manto”;
y poder decirnos ¡cuánto!
vale esta verdá grabada:
no olvidar en la jugada
tuito un sendero trazao,
que el que no tiene pasao
sin duda, no tiene nada!

Resumen patrimonial:
rancho, pingo, gaucho, china;
vida libre campesina
lucha franca sin igual
como el grito fraternal
de un aborigen genuino.
Ayer, hoy, después, destino!
el bagaje espiritual,
patriótico emocional
pa’ saberse un argentino! 
                      (El Rincón, 26/10/1988)

Versos de Roberto Coppari
                      (1924 - 2007)


                                                              

lunes, 26 de octubre de 2015

MANCHITA

Meditabundo celaje
pinta todo los confines
y aparecen macachines
retozando en el follaje.
Salpican sobre el paisaje
las matas de mío-mío,
miran al sol con desvío
las gramillas que se encrespan
y los sauces se refrescan
con el hálito del río.

A la sombra del alero
está solita y sentada
una morocha brotada
entre el perfume campero.
Toca con golpe certero
las cuerdas del instrumento;
y reflejando en su acento
sus más limpias emociones,
tira rurales canciones
rellenas de sentimiento.

Allí van entrecruzadas
en tristes y vidalitas,
calandrias y margaritas
rancherías y cañadas.
Aunque saltan dispersadas
y en completa confusión,
salen con tanta pasión
que retrata con anhelo
un pedacito de suelo
plantado en el corazón.

¡Qué hermosa! ¡Qué linda está
esa trigueña cantora
con su frescura de aurora
y entonación de sabiá!
Es flor de burucuyá
que donde toca se aferra,
es un clavel de la sierra,
es cuadro sobresaliente
esa morocha que siente
las cositas de su tierra.

Versos de Elías Regules


(Supl. N° 7 de “Lo Que Canta El Pueblo”, 8/10/1924)

LA VIEJA TAPERA

En Catamarca se ve,
de la sierra en la ladera,
a una vieja tapera
de un “terebitno” al pié.
Hermoso rancho que fue
orgullo en tiempo pasado,
donde el gauchaje ha bailado
sus famosos pericones
y donde alegres canciones
los troveros han cantado.

Yo recuerdo en el pasado
cuando todo era alegría,
Manuel González vivía
de su familia rodeado.
Era un gaucho estimado
por su conducta ejemplar,
más, con un hondo pesar
por un caso inesperado,
a la ciudad se ha ausentado
abandonando a ese hogar.

De entonces, abandonado,
el rancho perdió su brillo,
pues la “jarilla”, el “sunchillo”
y la “chilca” lo ha rodeado,
“brea” y “tuscas” se han secado,
Igual la “suelda”, el “chaguar”.
Tampoco se oyé trinar
la calandria ni el zorzal,
ni se ve bajo el sauzal
a los changuitos cantar.

Hoy al ver en la ‘mansión’
de ese rancho los despojos,
lágrimas vierten mis ojos
y sangra mi corazón;
y con mi guitarra al son
de sus notas plañideras,
a Catamarca quisiera
muy dignamente ensalzar
y a sus hijos tributar
mi canción… a la tapera!

Versos de Fabián A. Balance

(Supl. N° 7 de “Lo Que Canta El Pueblo”, 8/10/1924)