martes, 9 de junio de 2015

MI CÓMPLICE

Cuando el cielo se oscurece
la luna duerme en su falda,
y un anónimo pincel
dibuja estrellas de plata.
Sólo el viento tiene voz
por los sumbidos que arranca
que al confrontar con los árboles,
se convierten en palabras
para romper el silencio
de mis noches solitarias.

Dicen que la soledad
si es enemiga te mata,
pero si uno se hace amigo
aunque es sola, te acompaña.
No es una única persona
quien en el silencio habla.
Son dos soledades juntas;
las del cuerpo y la del alma.
Una sin otra no existe
y otra sin una, no es nada.
  
Mis canciones mis honestas
y mis ideas más claras,
surgieron, precisamente,
en horas de madrugada.
Cuando un grillo traicionero
le pone al silencio trampas,
suelo ponerme de pie
enfrentando mi ventana,
que es un espejo gigante
para mirar mi mirada.

 Aunque esté entre multitudes
y el ruido también atraiga
son efímeros momentos
por algunas circunstancias.
Pero nada es comparable
a mis madrugadas largas,
donde la luna es mi cómplice
hasta la hora que se marcha,
que es cuando voy a contarle
los secretos a mi almohada.
  
Que grande es el mundo afuera.
Que pequeña que es mi casa.
Pero si se observa bien
es un palacio de gala,
donde no hay trono ni reina
emperatriz ni monarca.
No precisa de esas cosas
porque con muy poco basta.
Así es mi felicidad
y con ser feliz, alcanza.

 Muchos vivirán pidiendo,
yo en vez de pedir, doy gracias,
cuando me encuentro a mi mismo
en mis noches solitarias.
Mientras habiten silencios
en el mundo de mi casa.
Cuando con la soledad,
pase las horas más gratas.
Y recién pueda dormir,

cuando mi cómplice marcha.

Versos de Emanuel Gabotto

MI LAZO

El recuerdo “desenroya”
historia de un viejo lazo,
que fue bandera en mi brazo
en ardua tarea “crioya”.
“Presiya”, yapa y “argoya”,
cuero crudo bien “sobao”
 el tiempo dejó “grabao”
“meyas” de rudos eventos;
fuerte cuerda de seis tientos
con un prolijo “trenzao”.
                 
Prenda de usanza campera,
herramienta de trabajo,
fiel servidor a destajo
“hermanao” a la asidera.
En la cancha de carrera
fue sentencia de llegada,
tensión en cada “pialada”
potenciada en los revuelos,
al encerrar dos brazuelos
en el hueco de su armada.

En cada brazada quieta
el tiempo desvira sueños,
de futuros halagüeños
y el vacío de esa meta:
“pial de volcao”, de paleta,
de revés, por sobre el anca,
corto tiro de payanca
invitando a echar verija,
“P’a” que aprisione de fija
las manos de una potranca.
                 
El más indómito toro
no pudo con sus tirones,
cuando firme en los garrones
un palenque fue mi moro.
Lazo que tanto valoro
por aguantar la exigencia,
hoy lo guardo en mi querencia
cual reliquia pa’ la suerte,
hasta que corte la muerte
los tientos de mi existencia.


 Versos de Juan Carlos Pirali