jueves, 29 de enero de 2015

GAJO DE TALA

Yo soy gajo de los talas
que pueblan estos terruños:
moneda de antiguos cuños,
potro de haciendas bagualas,
vislumbre de luces malas,
alaridos de malones,
reverbero de fogones,
humo de indias tolderías,
gallo que en riñas bravías
afiló sus espolones.

Si habré ablandado laderos
en chupas y pulperías
y conjurado agüerías
de brujas y curanderos.
Si habré asujetao matreros
de toda laya y pelaje;
si habré gastado coraje
por defender mi bandera
trajinando campo afuera
mezclado con el gauchaje.

Fui lijerazo de mozo
pero hoy vivo sin apuro:
soy lerdo pero seguro
lo mismo que buey barroso.
Encuentro en la paz mi gozo
y esquivo los alborotes.
No me embretan ni a chicote
en trajines. Se lo juro!
Tengo caracuces duros
y no sirvo para trotes.

Como el burro viejo quiero
pasto tierno y agua pura.
No me alabo de finuras
pero desprecio el chiquero.
Aunque me hago el cordero
tengo garras de felino.
Si siempre he sido buen vino
no habré de ser mal vinagre.
Espinudo como el bagre,
creo en Dios y me “persino”.


Versos de José Raimundi

DOS SONETOS PARA DON RICARDO

A DON SEGUNDO SOMBRA

Pialando con destreza te jugaste
haciendo le verija a la inclemencia
te afirmaste a lo toro y con paciencia
al chúcaro destino lo amansaste.

Sobrado de coraje no alardeaste
en vana ostentación de tu sapiencia,
nobleza de tu rústica existencia
tu palabra de honor nunca quebraste.

Figura sin olvido de mi pampa,
resero, domador de recia estampa,
filósofo sin libros, de la vida.

Hombre mito señor de la llanura,
patriarca de otro tiempo que perdura,
por Güiraldes, su lámpara encendida.

LA SEPARACIÓN DE FABIO

Como un puñal de pena era el destino,
mas fuerte que la ley del sentimiento,
insensible al poder de mi argumento,
la huella recobraba mi padrino.

Cencerro tentador era el camino,
embrujo llamador del gaucho viento,
tropillas, reseros, movimiento,
ese mundo de andar era su signo.

Otra huella en mi vida se iniciaba
y al perderse su oscuro en la lomada,
el sentido de ausencia era infinito.

Sabía del padrino la firmeza,
era parte también de su nobleza
y ahogándome en dolor recé un bendito.


Versos de Agustín Pernía

miércoles, 28 de enero de 2015

LAS GAVIOTAS

Como una nube grandota
que  “el pampero”  ha levantao
va por detrás del arao
una bandada’e gaviotas…
Hurgando la tierra rota
formando blancas hileras,
vestidas “de marineras”
como si fuera un capricho,
van devorando los bichos
detrás de las volcaderas…

Van tras el arao reunidas
como en una procesión,
cumpliendo con  la misión
de un eficaz “plaguicida”…
Los bichos son su comida
que eliminan con presteza;
la sabia naturaleza
que tanto misterio encierra,
las puso sobre la tierra
pa’ limpiarle la corteza.

Ave de hermoso plumaje
de un tono color plomizo,
el destino así lo quiso
que pudieran alternar
tanto la costa del mar
como una melga derecha,
donde van abriendo brecha
y observarlas es mi gusto,
ave de pico robusto
aliada de las cosechas.

Y termino esta milonga
la que escribí con amor,
no seré un gran escritor
pero le canto a mi tierra,
en mi corazón se encierran
cosas que a veces me brotan
formando surcos de notas,
conque  ansina me despido,
ya cumplí mi cometido
de cantarle a las gaviotas…


Versos de Abelardo Sampedro

EL MACÁ

Un plumón apelmazado
e impermeable lo resguarda;
color muy claro en el pecho
y gris castaño en la espalda;
parece forrado en cuero
de corta y espesa lana.

Macá: soy y niño y te veo
avanzando sobre el agua
el atento periscopio
de tu cabeza en escuadra.

Navegante solitario
que a las rompientes llegabas
desafiando las violencias
de las más recias borrascas.

(Algunas veces dormido,
la cabeza bajo el ala,
flotabas a la deriva
como una boya plateada).

Zambullidor habilísimo
para burlar acechanzas;
saliendo en el sitio opuesto
al que mi honda aguardaba.

(Perdón, macá, si una vez
no sé cómo te acertara…
que aquel golpe todavía
me está doliendo en el alma).

De que manera el misterio
de tu vida me intrigaba:
¿a dónde irías de noche?,
¿cómo sería “tu casa?...

Y aquellos tus pichoncitos
vivaces, llenos de gracia,
que en mi ignorancia infantil
“gallinetitas” llamaba…

(¡Lo que he deseado uno de ellos
sin que jamás lo lograra!...
¡Cuántas esperas inútiles,
cuantas astucias frustradas!).

Yo te debía estos versos
-injusto que te olvidara
al cantar a tantas aves-,
viejo amigo de la infancia.
                                           (1950)

Versos de Juan Burghi

sábado, 24 de enero de 2015

EL ÚLTIMO VIAJE

Ya casi todas las chatas
vencidas se habían quedado…
Llegó el camión, luego el tren
y a su ciclo terminaron.

Pero aquel tropero viejo
no quiso bajar los brazos,
ni levantar a las varas
en actitud de descanso.

Con su chata’e cuatro ruedas
seguí como porfiando…
Es que en su vida, ninguno
lo vio una vez reculando.

Sus mulas que estaban nuevas
no sabían de cansancios;
y decidió no aflojar
aunque anduviera despacio;
porque el carruaje ya no era
el de los tiempos pasados,
crujían mucho las camas
y se aflojaban los rayos.

Y para el colmo de males
los herreros se cansaron;
y ya no enllantaban ruedas,
estaban acobardados.

Entonces aquel tropero
a su modo iba arreglando
con más amor que baquía
todo lo que iba fallando.

Él no quería parar;
y ese curtido trabajo
de andar con carros y mulas
lo hacía desde muchacho…
Otra cosa no aprendió
pese a tener muchos años.

Lo vi salir una tarde
con su chata para el campo…
al paso de sus mulitas
que no aflojaban un tranco.

El tropero en la sillera
y con el brazo en alto
hacía sonar como cohetes
a la sotera del látigo.

Llevaba bastante carga…
Las ruedas se iban quejando
y pa’ llegar a destinos
e le iba a poner muy bravo.

Y así nomás ocurrió…
En un guadal de esos blandos
se le enterraron las ruedas;
las mulas tanto tiraron,
que se aflojaron las camas
y se salieron los rayos.

La chata quedó vencida
y aquel tropero mentado
impotente la miraba
con los ojos lagrimeando…

Ese era el último viaje.
Costaba mucho pensarlo,
pero lo cosa era así
y tenía que aceptarlo…

Y allí se quedó la chata
en el silencio del campo,
con la angustia de su dueño
y el canto de algunos pájaros.
                                          (1979)
Versos de Elías Chucair

jueves, 22 de enero de 2015

DON ANICETO...

Con la carga de sus años
hoy lo vi a Don Aniceto,
camino de Mamel Choique
otra vez como tropero.
Un marucho le iba arreando
unas mulas de repuesto,
delante’e la chata vieja
que pone pena al silencio
cuando los rayos se quejan
de viejos y de resecos.

Su estampa ya conocida
persiste a través del tiempo;
boina cayendo a la frente,
pañuelo de cuello negro,
bombacha de gabardina,
e infaltable saco’e cuero
con que pelea a los fríos
y se ataja de los vientos.
Cuántos años hace ya
que veo a Don Aniceto
con la misma indumentaria
que lo distingue de lejos.

Tuvo tropa’e varias chatas
que quedando se le fueron
a la vera’e los caminos
vencidas por el esfuerzo;
y también porque en el pago
se acababan los herreros.

Hoy apenas lo acompaña
esa chata, que no creo
siga mucho por las huellas
para que al menos el dueño
se sienta como de mozo
un tropero de los buenos;
aunque hoy se ocupe en poner
alambre a campos abiertos,
porque también ese oficio
de alambrador fue aprendiendo
cuando a su tropa el rigor
del camino fue venciendo.

Pero a las chatas y mulas
él nunca les saca el cuerpo…
con esa que apenas anda
y que usa en su oficio nuevo
va dejando el material
donde ha de pararse luego
un alambre que seguro
va a originar algún pleito.

Y aunque ande de alambrador
la estampa’e Don Aniceto
aunque le den muchas vueltas
¡es estampa de tropero!
                                        (1969)
Verso de Elías Chucair

lunes, 19 de enero de 2015

ROMANCE AL GAUCHO

Yo soy el gaucho -señores-
pa’ lo que gusten mandar;
carne color cardo seco
con alma de ñandubay.
Ojos negros o castaños
según mi raza -velay-;
negros, si me “tapa” el indio;
castaños, caso’e faltar,
y si me sobra algún godo
allá por el despuntar
del árbol de mi progenie
jugoso de hispanidad,
puede que asome a mis vistas
un cacho de cielo, o mar.

Hablo fuerte por costumbre
de vivir en soledad;
hablo fuerte, pero, claro,
como el pampero, ¡caray!,
a veces con un seseo
hijo del viento, nomás;
siempre con la voz fresquita
a punta de madrugar,
y con esa altanería
propia de la libertad.

En paz me llamo: trabajo;
china, guitarra, cantar;
gusto de cruzar -jinete-
campos, porque sí nomás;
placer de enlazar un toro,
o de algún ñandú bolear;
gusto de amansar un potro
y echarle encima un platal,
mas después de todo eso,
de andar y de más andar,
gusto de entrar en la argolla
de dos brazos y áhi quedar.

En guerra me llamo chuza,
coraje, temeridad,
horror, sorpresa, atropello
y una mezcla por igual
de algo de misericordia
con otro algo de crueldad;
y soy lo que no se espera,
lo que no estaba y está,
el mal que se llama bien,
el bien que se llama mal.

A veces me llamo clines
negras hasta el azular,
y otras veces pelo rubio
o barba’e choclo candial;
y a veces me llamo mota,
la de imposible peinar;
y quien se olvide del negro
en esta oportunidad
se olvida de la lindura
que es en el cuerpo un lunar.

II

En la historia de estas tierras
fuí un acento y un color;
un fruto, un tajo, una espuma,
todito en un borbollón.
Nací, crecí, maduré,
todo en cien años, señor;
vine al mundo, monté un potro,
hice una revolución;
luego me echaron a un lado
y mi historia se acabó:
pisando mi amanecer
llegó mi puesta de sol.

Y áhi me tienen, bueno o malo,
cual criatura de Dios:
todo depende del trato
que levanta mi trotón;
a veces soy un suspiro,
a veces un ventarrón;
se puede nacer torcaza
y finar en lechuzón.

Pero siempre, malo o bueno,
matrero alzado o mandón,
del polvo que voy pisando,
del perfume, de la flor,
del aire que me hincha el pecho
y de mi luna y mi sol
soy dueño de cabo a rabo
porque sí, porque lo soy;
y por encima de todo
-ya paloma o lechuzón-,
Pobre o rico, viejo o joven,
ángel, diablo o redentor,
de estas colinas y pampas
soy el acento, la voz,
y me llamo canto anónimo;
canto o improvisación,
flores todas de aquel árbol
que Lucifer agrandó
y dio sombra a Santos Vega,
Santos Vega, el payador.

Yo soy el gaucho -señores-,
yo soy un filo con voz,
o un canto parao de punta
como les cuadre mejor.

Versos de Fernán Silva Valdés

ROMANCE DE CHOLO ESCALADA

Bajo el puente y entre piedras
resuena el río Matanza.
Camalotes florecidos
son los navíos que pasan.
En los juncos de la orilla
suben revueltas las aguas.
De tanto darse en las piedras
y en las arenas doradas
y en los mimbres y en los sauces
nacen las espumas blancas,
y son las blancas espumas
la flor de la marejada.

En la ribera del río
duermen al sol las iguanas.
La pereza soñolienta
las tiene inmovilizadas.
En la tierra endurecida
seco tableteo estalla
y el ruido las espabila
y las mueve en acechanza…
Granado repiqueteo
suena por la calle larga,
y entre el sonar de los cascos
y del polvo que levantan,
un jinete huye medroso…
y otro es flecha que lo alcanza.

Detuvo el “zaino” Aguilera
cuando perdió la esperanza
de zafar de entre las manos
del bravo Cholo Escalada.
“No te m’ibas a escapar
aunque te crecieran alas”.

En el medio del camino
los caballos se encontraban.
Chocaron fuerte los pechos
del “zaino” y de “la tostada”.
Bajo del oscuro puente
iba quejándose el agua.

(Pedro Aguilera no es hombre
de moverse en esa danza:
el corazón se le sale
de miedo por la garganta.
Si fuera con las mujeres
le sobrarían las palabras…
Pero en reyertas con hombres
ni las busca ni se amaña).

El “zaino” quiere morder
pero la yegua “tostada”
hinca en el cuero del “zaino”
los duros dientes con rabia.
Arroja un grito a la yegua
y dice Cholo Escalada,
buscando un  poco de aplomo:
“-Vos has manchado mi casa.
Hasta las piedras me gritan
lo que hiciste con mi hermana.
Si fueras hombre valiente
con cuchillo te mataba.
Pero en los hombres con miedo
no gasto las puñaladas.

En la fronda del ombú
canta la nueva cigarra.
Una elegía de muerte
brota de las verdes ramas.
Pedro Aguilera se siente
con el alma desmayada.

“-No me mates, Cholo amigo:
yo cumpliré con tu hermana”.
El revólver relucía
como si fuera de plata.
Pedro Aguilera temblando
ponía la cara blanca.
Los ojos como monedas
se abrían y se agrandaban.
El sol del atardecer
los negros ojos cegaba.
Bajo del oscuro puente
iba quejándose el agua.

Le entró la bala en el pecho
y dio el “zaino” una espantada.
Pedro Aguilera cayó
sobre las huellas de espaldas.
Su sangre roja en la tierra
rojo canal dibujaba.
El cuerpo se puso tieso
como el álamo sin ramas.
Y aun lo miró sin encono…
y dijo Cholo Escalada:
“-Ya estamos todos perdidos:
mi hermanita, yo y mi casa!”.

Fué de boliche en boliche
pregonando la venganza.
Con las últimas estrellas
volvía para su casa.

“-¡Levántate, mi hermanita,
pronto, levántate, hermana.
Te traigo una nueva triste
que siempre habrás de llorarla.
Hermanita, yo tendría
que llorar mi pena amarga:
traigo un deseo de llanto
que con mis fuerzas acaba.
¡Si yo pudiese lavar
el corazón con mis lágrimas!
Pero yo no sé llorar
ni el llanto que me hace falta”.

Para recibir la nueva.
se abrió la puerta cerrada.
Entró en la pieza la luna
para estarse con la hermana.
Parecía que la luna
a la niña consolaba.
Por el miedo que tenía
estaba trémula y pálida.
Le abrazó los pies desnudos
y la camisita blanca;
le puso un beso en los ojos
que entorpecían las lágrimas.

“-Maté a Pedrito Aguilera
(le dijo Cholo Escalada).
Le dí muerte, mi hermanita,
porque manchó nuestra casa,
nuestra casa que era limpia
como la flor de la caña.
¡Ah, cuando los sepas, madre,
te matará la desgracia!
Vos te quedarás solita,
con el peso en las entrañas.
Si el hijo sale a nosotros
tendrás vida sosegada:
pero en saliendo al finado,
llevarás vida de lágrimas”.

Salió de la pieza, triste,
llorando, Cholo Escalada.
El jardín estaba rojo
de claveles y de dalias.
El cielo se oscurecía
sin las estrellas del alba.
Por un camino arenoso
se le iban las palabras:
“-¡Ya estamos todos perdidos:
mi hermanita, yo y mi casa!”.


Versos de Elías Carpena

PA' LOS CARMEÑOS

(Pa’l Pago de Carmen de Areco)

Voy a nombrar con ternura
al “pago” Carmen de Areco
y he de quedar hecho fleco
nombrando tanta hermosura
sos mojón de la llanura
tenés herencia de hombría
de tiempos de toldería
pecho y sable fue tu escudo
gauchaje de temple rudo
forjando la patria mía.

Te ofrezco este grito pampa
como surero y cantor
me pinto como el mejor
cuando al florear pido cancha
guitarra traigo por lanza
y un abrazo provinciano
a este paisanaje hermano
alma y vida de lo nuestro
estirpe que no se ha muerto
de corazón hecho al llano.

No ha de haber nada más lindo
que encontrarse en campo raso
cuerpiándole a los ponchazos
lo que depare el destino
y toparse en los caminos
con algún criollo “carmeño”
entreverao con los leños
bajo una vieja carreta
bien engrasada la jeta
prendido a un guiso carrero.

Te dejo mi corazón
“Pago de Carmen de Areco”
y que mi voz se haga un eco
de hermandad y tradición
quiero dejar mi emoción
en mis coplas fogoneras
abriendo bien la tranquera
de este fogón tan genuino
baluarte de lo argentino
como es mi gaucha bandera.

Versos de Abel Peralta Oro


(Textual de la versión publicada por Revista “Peñero” N° 14, de enero de 1983, en la que no se muestra puntuación alguna)

miércoles, 7 de enero de 2015

YO SOY LA MILONGA

Yo nací en aquellos tiempos
en que enseñó Santos Vega
que el gaucho solo se entrega
a la justicia de Dios.
No ha de negarme ninguno
como no niega a la madre.
No hay criollo que no se cuadre
cuando lo templa mi voz.

Milonga me llama el campo.
Milonga me llama el viento.
Y hasta milonga me siento
cuando el gaucho hace la Cruz.
Me nombra el rancho de adobe
y la tropilla de un pelo.
La Cruz del Sur en mi cielo
me nombra con voz de luz.

Me han cantado con orgullo
los más grandes payadores.
Confidente fui de amores
que nunca podré olvidar.
Y en rueda de pulperías,
entre altivos gauchos rudos,
hice blando a los “crudos”
y a los más tigres, llorar!

Mi voz lo ha cantado todo
a impulsos del sentimiento,
porque es símbolo, mi acento,
de ternura y de pasión.
Aquel que quiera olvidarme
puede -si así lo decide-
que al olvidarme se olvide
de su propio corazón.

Soy milonga cuando el gallo
degüella la madrugada.
Milonga si la majada
se oye, a lo lejos, balar.
Por milonga soy la pampa.
Por milonga soy el beso.
Si por milonga soy eso…
como me van a olvidar!


Versos de Tilde Pérez Pieroni

EL AMARGO

La cocina grande,
el piso de tierra,
la mesa de estancia
y el fogón a leña.
La tarde se apaga,
la peonada llega
y el mate dispone
que formen la rueda.
Ya la paisanada
que viene dispuesta
a tirar las chanzas
que se traen a cuestas,
largan las ortigas
de las imprudencias.
Luciano, callado,
sonríe y se sienta
donde la chacota
comenzó la trenza.
Él espera el mate
de la mano de ella!
…ese amargo dulce
que tiene la yerba.
La moza no sabe
que dentro esa rueda
se enciende otro fuego
sin llama y sin leña,
que de puro pobre
ni cenizas deja!
El mozo callado
en silencio piensa:
“Es leña muy verde
para que se encienda.
Soy un peón de campo,
ella es estanciera,
tengo algunas matras,
un rancho sin dueña
y un fogón adentro
que el alma me quema
con las brasas flojas,
de mi poca ciencia”.

La pava malicia,
por la confidencias
que le hace el amargo
cuando se le acerca,
que el amor del gaucho
es una tapera.
Es tan imposible,
que si lo supieran
lo echan de la estancia
por fijarse en ella.
El mate termina,
se acaba la rueda,
y el amargo junto
a la pava queda,
mientras la bombilla
brilla de contenta
porque la besaron
en todas las vueltas!
De a poco, los hombres
salen para fuera
mientras que Luciano
quedarse quisiera
para que la moza
le cebe otra vuelta;
pero sale al patio,
mira las estrellas
y dice en silencio
con profunda pena:

“Son flores del cielo
que ninguno siembra…
Yo paso la vida
arando la tierra
para que los vientos
de la indiferencia
lleven la semilla
en la polvareda…
Cuando hace unos años
vine a esta querencia,
hubo otra semilla…
(no sé de que yerba)
que prendió en mi alma
como enredadera;
me ha maneado tanto
que ahora me aprieta,
me ciñe y me mata
me ahoga y me enteca!

Que lindo el lucero
cuando se me acerca
en esas mañanas
a encender mis leñas
y el hornero canta
sobre la cumbrera,
mientras la torcaza
parece que reza.
Esta noche hermosa
pertenece a ella”.

Hoy cumple los años!
Comienza la fiesta!
La gente de lejos
de a poco se acerca
y el pobre Luciano
callado se aleja
con la compañía
de la luna llena.
Llega hasta su rancho,
enciende unas leñas,
ensilla su amargo
para hacer su ofrenda,
y mirando al cielo
poblado de estrellas,
le dice a la luna:
“-Yo brindo por ella!!”

Versos de Alberto Simón Mederos