(basado
en una leyenda popular norteña)
Está
negra de silencio
la
multiplicada selva,
y
arriba luce la noche
su
piel de sombra y de estrella,
cuando
cruzando el atajo
que
pinta la luna llena
vienen
de largo galope
los
dragones de Pezuela.
¡Qué
roja que fue esa tarde
salpicada
de pelea!
¡Qué
entrecortada de gritos,
crespa
de lanzas y espuelas!
Pero
los gauchos de Güemes
abrieron
por fin la brecha,
y
huyendo a todo correr
bajan
ahora la sierra.
¡Ay,
que son muchos los godos,
pobre
de la montonera!
Maltrechas
cabalgaduras
solo
a los criollos le queda,
y
ya tienen a su espalda
los
que le siguen la huella,
y
ya le alcanzan sus gritos
tras
de las nubes de tierra!
Pero
entonces… ¡Oh, prodigio!
Alguien
surje de la vera,
se
alza en mitad del camino,
frena
la loca carrera,
y
ante los ojos atónitos
de
los godos de Pezuela,
cubre
con su cuerpo blanco
la
tropa que huye dispersa.
¿Quién
es esa fina sombra
que
bajo la luna llena
muestra
desnudo su cuerpo
de
inenarrable belleza?
¿Quién
es la que de ese modo
todos
sus encantos muestra,
teniendo
por atavío
tan
solo su cabellera?
Es
ella “La Regalada”,
la joven virgen de América,
la joven virgen de América,
la
que al ver que en el combate
les
era la suerte adversa,
corrió
cruzando picadas
para
salir en defensa,
de
aquellos gauchos que tienen
su
misma sangre salteña.
Se
rasgó las vestiduras
para
que todos la viera.
Lirio
más blanco en la noche
nunca
jamás floreciera.
Y
armada tan solamente
de
su mágica belleza,
con
ella paró la furia
de
la loca soldadesca.
Ese
instante de estupor
dejó
las armas suspensas.
Pero
al punto los realistas
se
volvieron contra ella,
de
su ágil forma de estatua
todas
las miradas presas,
y
de su carne marmórea
todas
las manos hambrientas.
Pero
ella, “La Regalada”,
fingiendo
falsa demencia,
giró
cual si la locura
sus
finos miembros moviera,
dejó
que la aullante turba
por
última vez la viera,
y
con un grito de burla
se
hundió de nuevo en la selva.
Así
fue como una noche
bañada
de luna llena,
la
gracia de una mujer,
de
una mujer de las nuestras,
pudo
detener las armas
de
la invasión extranjera,
y
salvar la tropa gaucha
con
tan solo su belleza.
…………………………..
Allá,
por el año quince,
sobre
la tierra salteña!
Versos
de Teófilo
Hiroux Funes